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viernes, 20 de octubre de 2017

DESDE ALGÚN LUGAR...

Pintura: Dorina Costras

No me encuentro a gusto en este mundo,  orbe de hipocresía imperante, de palabras que son falacias; me estoy cansando y eso me asusta pues ¿qué pasaje deberé tomar para entender a la humanidad? Busco señales, busco la dirección, pero nada hallo, nada me conduce a la paz que tanto anhelo.  Sé dónde encontrarla, pero parece que aún no es el momento, está escrito que debo seguir viviendo con la sombra de ser la mal querida, la mal parida, la que da, y a cambio ¿qué recibe? Sí, ya sé, no hay premios ni castigos, sólo consecuencias.
La estupidez de creer en el prójimo me trajo hasta aquí, sin caretas, sin venderme como lo que no soy, vulnerable, si se quiere, y entonces erré el camino, o no, opté por ser yo, aun sabiendo que me exponía a los golpes que con placer y sin piedad me propinarían.  Pero no puedo ser de otra manera, no quiero ser de otra manera.
¿Pretenden que de lástima, qué les cuente que mi vida no fue sencilla, que el dolor y la soledad fueron mis eternos acompañantes? No, eso es un asunto mío, un asunto entre DIOS y yo,  no voy a revelar mis penas.
Si te nace lastimarme, pese a que nada te hice, si te sienta bien destrozarme como a una copa de cristal, arrojándome al vacío ¡adelante! Tuya será la gloria de haber triunfado en esta puta noria; porque convengamos - y no fui yo la descubridora del paradigma-  en la vida todo vuelve, precisamente, girando como en una noria, y en cada vuelta se va viendo con mayor nitidez, o se enceguece y se enloquece, pero no se permanece estático. Cambia, todo cambia, das y recibes: Pégame y te pegarán, lastímame y alguien te lastimará en mi nombre, porque no he de ser yo, hagas lo que hagas, digas lo que digas, me mantendré en ese mutismo que fue mi escudo protector.
¿Cuánto tiempo dura el éxito? ¿Cuánto  tiempo el dolor? ¿Cuánto las ganas de seguir luchando?
No puedo aseverarlo, pero es posible que en un día no muy remoto, me oculte tras las montañas,  o me sumerja en el mar hasta tocar fondo, hasta que mis pulmones colapsen, o quizás me extravíe en la selva de los entes imperfectos, o en el pantano donde habitan las ánimas en pena, algún lugar donde no puedan encontrarme, un sitio donde pueda ser yo, con mis fallas, con mis grandezas, con mis dosis de bondad, con mis gotas de maldad, pero yo, finalmente yo, esa que soy y que por ser, es víctima de la estupidez.