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lunes, 29 de mayo de 2017

AY, AY, HAITÍ



Hace mucho que no sé nada de ti
Mi querido y sufrido Haití.
Se acallaron las voces,
Ya no importan tus dolores.

¿Se reconstruyeron tus calles?
¿Volvieron las familias a sus hogares?
¿Qué hicieron con las donaciones?
¿Las invirtieron en ti?
¿O Se repartieron el botín?

A mi se me hace que nada cambió,
Que los escombros siguen presentes
Ocultando el dolor de sus gentes;
Las familias disgregadas
En tierras lejanas y extrañas,
Los niños abandonados,
Los viejos, como siempre, olvidados
Sobreviviendo con lágrimas ahogadas.

Si te acostumbraste a sufrir,
Si ya no queda nada por saquear…
Por eso te olvidaron, Haití.
Estoy lejos pero me acuerdo
Aunque nada puedo hacer,
Sólo llorar tus penas
Como lloro las de mi pueblo
Con miserias sin tsunamis,
Terremotos o volcanes,
Pero al menos tenemos senderos
Que conducen a la esperanza
De ver grande a la nación.

De ti ya no queda nada
No se pronuncia tu nombre
¡Cuánto me dueles, Haití!

martes, 2 de mayo de 2017

LA REVELACIÓN EN LA VOZ DEL ANGEL (CAP. 8 ROMANCE DE BENAZIR Y JALIL)



      Levántate, Jalil, recobra asomo de pudor, si es que te queda. No será con sollozos y lamentaciones que le restituirás la vida que tú mismo le arrancaste.
 No te perturbes, no pertenezco a ellas, las féminas malignas. Ellas son la cerrazón, yo, el albor ¿No distingues mi luz? Soy el ángel que trajo a Benazir hasta tu apestoso universo, y lo hice porque ella fue fiel a tu amor, empero, fuiste incapaz de corresponderle, hombre del pantano.  No te culpo, pobre humano sombrío ¡Sois tan frágiles, vosotros, los hombres! Te faltó moralidad para guardar tu recato, aun cuando la mente te revelaba que ella estaba viva.
 Te apresuraste, Jalil. No supiste soportar, ni siquiera probaste escapar de aquí.
 ¿Acaso supusisteis que había contraído nupcias con Al-Zugabi, heredero del rey Muley Hacén? Si esa fue la causa de tu vileza, no eres digno de Benazir puesto que la juzgasteis mal, no la conoces lo suficiente para saber que ella nunca desistió de tu amor. Penetraste su interior, saboreaste de su néctar pero no apreciaste su esencia, eres tan ruin como las féminas del pantano.
Benazir nunca se sometió a la dinastía Nazarí, prefirió el cautiverio antes que permitir que  su ser fuera mancillado por otro que no fueras tú.  Padeció todas las vejaciones que una noble puede tolerar, y más también, pero todo lo soportó pese a que ella te suponía en el Paraíso. Escogió dejarse morir para reunirse contigo. Su piel lacerada, el piso frío donde descansaban sus huesos quebrantados, reducida a la condición de cautiva, soportó hambre, frío, peleó con rudos hombres que intentaban, noche tras noche, vejarla con la connivencia del Califa que, enfadado por su desobediencia, le arrancó la tiara y la encerró tras murallas de piedras moriscas.
Ninguno consiguió poseer a Benazir, fue más fuerte que tú, su amor era mayor que el que tú le profesaste. Nada logró derrumbarla, su cuerpo enclenque, su aspecto de pordiosera, no lograron sustraerle la nobleza de su alma. He ahí la razón de mi piedad. La traje hasta aquí. Lo que nadie pudo, lo conseguiste tú con tu espantosa confesión ¿Cómo pudiste libar fluidos demoníacos luego de haber probado las mieles de labios vírgenes y puros?
¡Ya basta! No quiero oír más sobre tus temores, sólo dime si te avergüenzas de tu flaqueza, dime si la amas más que a tu propia vida. Sólo así podré ayudarte, pero no digas falacias, no podrás engañarme ¡Engáñate tú, hombre del pantano! Recuerda que soy enviada de Alá y todo me es dado saber. Habla ahora o calla para siempre y olvídate de aquella noble princesa que perdió la tiara por su adorado Jalil. Si consigues convencerme que un puñal punza tu corazón al verla yerta, sin halito que la mantenga viva, seré yo quien te la devuelva. Te escucho, Jalil, mas no te demores; son muchos los que esperan por mí, a ellos auxiliaré, me iré llevando a Benazir conmigo. Partiremos ambas abandonándote por siempre en este sucio cenagal hasta que Alá se apiade de ti y te transporte al mundo de los muertos que purgan sus pecados.
No tan rápido, caballerizo. Has de expiar tu pecado aquí, muerto en vida, devorador de carroña, arrastrándote como serpiente por haber mancillado el amor que el Supremo te ofrendó ¡Pobre infeliz palafrenero! Pudiendo tocar la gloria, escogiste el infierno.
Ponte de rodillas, reclínate sobre ella, acaricia sus cabellos, posa tus labios en los de  Benazir, dale tu aliento y ella revivirá. Aun te ama, Jalil, hazlo… Sólo entonces seréis transportados por mí a ese paraíso virgen que aguarda a los creadores del nuevo orden.