Hoy he caído a la tierra, se quebraron mis alas, y por más que
lo intentaste, no pudiste aferrarme.
Pero allí estás, confundido, pero estás.
En tu desconcierto deambulas entre laberintos celestiales;
hablas con las estrellas, le preguntas al sol, la luna se ocultó; nadie tiene una respuesta para darte.
El mismo rayo que rompió mis alas provocando la abrupta caída,
es el mismo que te iluminó.
No estás en el cielo, eres cielo, y desde ese nuevo estado has
decidido cuidar de mí.
Eres sol que me abriga en ese medanal en que me he extraviado.
Eres lluvia que sacia mi sed en la selva en la que habito.
Eres el día y la noche.
Eres el trueno que me despierta cuando el peligro me acecha.
Eres la noche que silencia a las bestias para que no invadan mis
sueños.
Eres luz y oscuridad.
Eres luz y oscuridad.
Eres todo lo que preciso para recuperarme y volver a ocupar mi
sitial en el arcoíris que ha de brillar por sobre esta opacidad que me condena
a perdurar en cuclillas mientras aguardo que me restauren las alas.