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viernes, 26 de diciembre de 2014

FRENTE AL PORTAL


Veo la tristeza en tu mirada, y me angustia, amigo del alma ¿Sabes por qué? Porque siempre fui parte de tu historia. De un modo invisible, permanecí a tu lado en los momentos más difíciles, en los días de sol, en el ocaso, en las noches fértiles, febriles, y también en esos días pletóricos de risa. Siempre estuve.
No me mirabas, es verdad, pero yo, de todos modos permanecía impasible a tu lado. Esperaba que notaras mi presencia pero no lo conseguía. Yo no era tu prioridad; había un reino que te pertenecía, un trono en el que te sentabas, orgulloso de recibir aplausos, falsedades que te satisfacían. Porque…no me lo niegues, tú sabías que ellos eran unos vulgares adulones, que no les importaba tu esencia, a ellos sólo les interesaban tus riquezas.
Pero hoy caíste y te sientes solo ¿Dónde está ese cúmulo de adeptos? Te preguntas con la cabeza vencida, la espalda encorvada, las piernas tan débiles que ya no pueden sostenerte.
Tu aposento, otrora lecho de pasiones consumidas, transmutó en prisión. No puedes salir de allí. Los años han pasado entre intemperancias; los años que tan agitadamente viviste, se fueron, y hoy sólo queda el despojo de ese grande que fuiste.
Fuiste… ¿Duele la palabra, no es cierto? Pero duele porque al momento comprendes que es una desgracia, que es ley impoluta. Nada se le puede reclamar a la vida, no cuando uno decidió vivirla a su modo. Y eso está bien, así debe vivirse.
Pero entonces ¿Por qué la tristeza? No te culpes más por lo que no hiciste, no te reproches más por lo que hiciste. El tiempo de revertir se agotó. Tuviste ocho gloriosas décadas para mirar desde otro ángulo, pero elegiste el que te hacía sentir perfecto.
No hay más cristales, se marcharon los aduladores, perdiste tus honores, y ahora, frente a mí, veo un anciano despojado de ilusiones.

Mírame, por favor, abre los ojos y mírame. Ya no pienses más en el pasado y sus vaivenes. Tu presente está a punto de concluir y aunque sea una vez, obséquiame tu mirada, tu última mirada. Yo he de tomar tu mano, he de acariciar tu rostro, he de permanecer a tu lado, he de decirte que fui feliz mirándote, aunque mi lugar siempre fue un oscuro rincón.