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miércoles, 24 de septiembre de 2014

EL MAR DE LAS PRETENCIONES


¿Cómo se hace para controlar las lágrimas que te vuelven endeble ante los otros?
Los otros, esos que esperan con ansias verte morder el polvo.
Los otros, esos que se engrandecen cuando tu espalda se arquea por el llanto incontenible, porque aunque intentes tragártelo, no puedes, está ahí y debe ser secretado, o tu cuerpo anegado por dentro, se ajará, y junto a él, tu alma.
Los otros, esos que plácidamente apostados en sus servilismos, esperan ver tu final, puesto que ya diste muestras de que alcanzas las metas con la misma facilidad con la que ellos obstruyen los párpados para no ser testigos de tu vuelo hacia los cielos, que jamás alcanzarán.
Los otros, que muy a su pesar, comprendieron que el mundo es tuyo cuando tú lo decides, y eso no les agrada. Saben que tus quimeras sólo lo son por efímeros momentos pues las utopías se diluyen cuando creas tus acertadas circunstancias. Tú siempre lo logras, tú sabes revertirlos a meta absorbida, y partir hacia tus sueños, que para ellos son extraños, mientras que la aurora aguarda que le  concedas tu sonrisa.
Ahondas en tu esencia y gritas ¡AQUÍ ESTOY!
El frenesí por engullirte la vida de un sólo mordisco, te llevó a cometer un embarazoso desliz: exponerte sin astucias, ser fidedignamente tú, y eso no se perdona, eso se condena.
La hipocresía es directriz de la vida, y la masa va siguiendo la recta sin cuestionarse nada pues no tiene discernimiento, le falta cognición, no puede articular sus neuronas. Ausencia de sinapsis, dendritas y axones nunca se tocan. 
Pero tú pudiste, tú lo conseguiste, saliste de la cohesión execrable, erigiste tu propio infinito con tres soles, diez lunas y ninguna estrella. No eran necesarias, tú eres la estrella superior, única, insustituible, sabedora de extraños conjuros que ansían extinguir tu luz y sin embargo no lo logran. No siempre.
¿Por qué permitiste que hoy lo hicieran? ¿Por qué les entregaste la reserva de paz que había en tu alma? Ahora sólo hay oquedad, zozobra, inquietud, desvelo y miedo.
¿A qué le temes? ¿A la demencia? ¿Y por qué? No le temas, es sólo un estado de consciencia ¿Acaso es mejor la prudencia que te vuelve marioneta del contexto? No lo creo.

¡Deja de gimotear, ya no sientas compasión por ti, elévate y resurge! Una vez más, sí, una y mil veces más hasta que la señora portadora de la guadaña venga por ti. Entonces sí, la paz, el sosiego,  el mutismo amoroso, el gozo que se inmortaliza…