No
me persigas, renuncia a la carrera puesto que he dejado de reconocerte como mi
sombra. Sin embargo, te sigo amando tanto, que no deseo menoscabarte. Es
posible que sientas que te retiro de mi vida, y sí, eso hago, pero lo hago por
tu bien. Te mereces algo más que el infierno hacia donde me dirijo.
Evoca
tus sonrisas que fueron regocijo de seres alados; retén las melodías y danza
entre halos y limbos; recuerda aquella niña solitaria que renacía en su aislamiento. Sólo evócala porque
ya no es real, ella ha sucumbido, ella ya no es la que tú conociste un día.
Deja
que transite sola ¿No ves tus alas abatidas? Es por mi caída, yo te las profané
y ahora debo resguardarte de mi encono, de ese corazón que se tornó peñasco,
que ya no late, que perdió el ritmo.
Estás
a tiempo de recobrar tu horizonte. El mío se evaporó entre llantos y desasosiegos.
Pronto,
en un tiempo no muy remoto, sobrevendrá el fuego de la expiación que desarticulará
mi osamenta. Para entonces, no habrá más sombra, pues no habrá masa que la manifieste.
Apártate
antes de que sea tarde. Estoy a las puertas del infierno, siento su vehemencia enardeciendo
mi piel.
¡Vete!
En el punto en que me encuentro, sólo hay padecimiento. Aquí somete el desconsuelo;
aquí es donde he de concluir mi denigrada existencia.
Busca
alguien que te asista, que no te sojuzgue, que te de el albedrío que hasta las
sombras han de investir.
Ya
deja de sollozar, no he de secar las lágrimas que ruedan por tu mejilla. No soy
la indicada, mi alma es incomprensible como la de Satán, él me llama, hacia él
voy…
No
me sigas o arderá tu áurea corona, esa que una vez te confirió nobleza ¡Recupérala!
Recupera tu dignidad, no sigas a este despojo humano que no sabe amar.
Rescátate
tú, por favor. Ya es tarde para mí…