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lunes, 27 de octubre de 2014

ENTRE LA BRUMA Y LA INCERTIDUMBRE


Fui a dar a un planetoide un tanto extraño, cuasi enigmático, pues en él escaseaban los astros.
Por las noches la bóveda celeste se veía irrumpida por una luna de dimensiones tan despóticas que la abarcaban por completo, con una luz que me cegaba, ensombreciendo mi naturaleza, imposibilitándome avanzar sin el recurrente temor de que se desplomara sobre mí para hacerme cautiva de su fulgor.
Y sin embargo, por paradójico que resulte, ella no me alumbraba, por el contrario, me enlutaba, apagaba mi presencia, claro que esto no lo comprendí sino hasta pasado cinco siglos de vivir en esa farsante esfera.
Había estrellitas, intrascendentes si se pretendía contrastarlas con la reina de los cielos. Ellas, las estrellitas, se agrupaban en una deliciosa nebulosa donde no había cabida para mí, pero no me inquietaba. Si ellas no me reconocían como segmento de ese universo, mi morada en el cosmos, en la que residía con mi forzado aislamiento, no sería yo quien demandara atención. Desde siempre supe que no convenía pedir lo que no se me proveía; era el castigo merecido por razones que omito, faltas que cometí sin ser consciente de ellas.
Lo que me resulta milagroso es que siendo “humana”, yo poseía alas, y eso me gustaba pues me permitía trajinar por otros universos cuando el encierro me atormentaba.
En esos mundos era dichosa, me pensaba aceptada, valorada. En aquellos lugares las estrellas no me excluían, me acogían con agrado cada vez que mi etéreo cuerpo se  hacía presente.
Fue  por entonces, durante uno de las tantos sondeos siderales, que descubrí que  en cada uno de los mundillos que frecuentaba había un astro que yo desconocía ya que no había uno semejante en mi restringido infinito. Uno dorado al que denominaban “Soberano de los astros”. Hubiera querido tener uno pero no lo había, entonces me complacía cuando percibía el calor que propagaba en estos cielos foráneos, ardor vigente durante el día, aunque no siempre. Por momentos no estaba, o se hacía ver de noche para ensamblarse a la luna, cortejarla y juntos amar a sus estrellitas.
Si bien solía concederme un cachito de calor, un tibio arrumaco, aun sabiendo que yo no era parte de su substancia, lejos de contentarme con esa caricia dada, al retornar a mi mundo,  la melancolía me escoltaba. Yo deseaba un sol propio que iluminara cada uno de mis días, no como la dádiva que se le da al que nada tiene, no, yo quería que fuera el calor imborrable que trasmutara  mi mediocre parcela en el cosmos, en un auténtico y perfecto nido, sin penurias, sin frío...

A la sazón, entendí la jerarquía del astro rey. Descubrí que su inexistencia  fue la causante de mi infelicidad. La esplendorosa y ególatra luna mató a mi sol…Nunca más volví a sonreír, nunca más pude ser feliz…

miércoles, 22 de octubre de 2014

MAREA LA LUNA


Así, de repente, casi sin que te des cuenta, pasa la gota de lluvia al río torrentoso de los momentos furibundos en que el brillo de la luna no se supone refulgente, es una luz cegadora que te envuelve, te confunde, te va destruyendo con sus destellos.
Pasa el tornado, pasa la tormenta, pasa la noche… Llegan las primeras luces que te encuentran acurrucada, temblando…

- ¿Tienes frío?
- Quizás, no lo sé.
- ¿Tienes miedo?
- Es posible; sí, tengo miedo.
- ¿A qué le temes?
- Al lecho del río ¿Lo ves?
- No veo ningún río, sólo alcanzo a ver una gran canaleta reseca.
- Eso parece, es cierto, pero es falsa visión. Si hubieras sido testigo de su fusión en la noche de luna, tú también temerías.
- ¿A qué? ¿A quién? Sigo sin comprender tu temor.
- Mira atentamente la tierra seca que anoche fue río ¿Ves esa gota que sigue conservando sus propiedades en pos de mantener su particular estado líquido?
- Sí, es verdad, su brillo no pasa desapercibido en la sequedad pero… ¿Cuál es su importancia?


-  ¡Ah, amigo mío! Espera la noche junto a mí. Se testigo de lo que acontecerá cuando la luz refulgente de la luna la ilumine. Por favor, quédate conmigo, no soportaré otra pesadilla. 

lunes, 20 de octubre de 2014

DEL BAÚL DE LOS RECUERDOS: UN POEMA DE TRINA LÉE DE HIDALGO


MYRIAM, TE TRAIGO UNA SERENATA


Te traigo una serenata

espero que la recibas

con el agrado y cariño

con que yo la preparé

para agradecer la amistad

y resaltarte los dones,

las ilusiones que animan

y que son blancas y puras

como copos de algodones.




No creas que estoy borracha

y que por eso he venido,

sólo es cariño sincero

con mi gesto agradecido.

 

Hoy vine sola a cantarte

ni un admirador te traje,

será la próxima vez.

Deja que ahora me faje

a entonarte  melodías

de mi viejo repertorio,

que son pura poesía.

 

Desde aquí veo la seria cara

de tu querido papá

y desde el balcón diviso

a tu amadita madre

sentadita en un sofá.

 

Ojalá que no se ofendan

ni cause alguna molestia

ya te canto rapidito

y me voy a otros lugares

a continuar con mi fiesta.

 

Con todo mi cariño para mi apreciada amiga MYRIAM

Trina Leé de Hidalgo

Derechos reservados

lunes, 13 de octubre de 2014

EXTRAVIADA EN LA DEMENCIA


El camino se estrecha de un modo apabullante; la flora es cada vez más tupida, no puedo ver nada, voy tanteando, no dejo de tropezar y con cada traspié dejo rastros de sangre, trozos de piel. Los insectos se ensañan con mi cara, la palpo y no encuentro mi fisonomía; ellos, hambrientos, feroces y salvajes, van engullendo cada porción de mi rostro.
Siento el pecho oprimido, no puedo respirar ¿Cómo es posible? No es por falta de oxígeno; son las narinas selladas por espeluznantes hormigas carnívoras ¡Dios mío! Ahora atacan mi garganta, ingresan por la boca, aprieto los labios pero igual entran y se dirigen directamente hacia mis cuerdas vocales. Pretendo gritar, pedir ayuda pero no sale ni un pequeño gruñido, la acústica es ausencia que impide. Los párpados están abultados y aunque no consigo ver, sé que nadie podría auxiliarme ya que estoy sola en este paraje donde, intuyo, voy a morir. Soy presa del pánico…Hago un último intento y finalmente me rindo, me entrego…ya no hay nada por hacer, nada por perder, todo se extravió junto a mi cordura.
Aspiro pero el aire no entra. Se colapsaron los pulmones; la angustia se apoderó de mí, circulando por mis venas en loca carrera, pero no hay retorno venoso, entonces tampoco hay retorno para mí. Los párpados se pliegan; las piernas no responden. Me apoyo en las raíces de un árbol enorme y allí pierdo el conocimiento.
¿Quién me trajo hasta aquí, cómo llegué a esta gruta? He recuperado mis sentidos pero no la razón. Grito y mi rugido se expande más allá de esta rocosa caverna donde impera la oscuridad. No más árboles, no más insectos, sólo una aterradora neblina y sonidos de serpientes reptando a mí alrededor. Huyo espantada pero logro detenerme a tiempo. El horizonte es un precipicio ¿Quién me trajo hasta aquí, cómo llegué al abismo? Cuántos enigmas sin respuestas… De todos modos no tiene importancia, tengo que salir de este lugar como sea.
-No hay nada que perder, ya está todo  perdido.
Aparto los brazos y evito mirar para que la cobardía no me disuada de saltar, aun sabiendo que la última etapa es la muerte, pues se acabó la vida ¿Tuve una vida antes? No lo recuerdo; es posible que haya nacido en este preciso instante en que me dispongo a desertar, a lanzarme y lo hago con la firme convicción de que es la única salida.
-¡Ahora!
¡OH, estoy planeando! Esperaba una vertiginosa caída, despedazarme contra los canteros, pero no, floto con la gracia de un cóndor más lo hago sobre aguas cristalinas, puedo ver peces de colores y la arena blanca y el sol deslumbrando. Voy a descender allí, en esa playa paradisíaca. No obstante, el viento revierte tornándose impetuoso.
Me atrae un torbellino pujante; vuelvo a perder el control, no responden mis manos, pruebo agitarlas en busca de un aleteo pero están estáticas, mis brazos están estáticos, perdí las manos, muñones hay en su lugar. Las piernas, si pudiera sentirlas lograría caer de cuclillas, pero tampoco las siento, mi cuerpo es inconsistente. Mi cuerpo es volátil, un monstruo etéreo pretendiendo perpetuarse en el  horror que me incita a ser parte del mundo de las almas perdidas.
A pocos metros del mar,  suspendida en el aire, puedo distinguir con nitidez el embudo presto a devorarme. Voy directo hacia él aunque mi voluntad no lo quiera, pero ya no soy dueña de mi voluntad ¿De dónde proviene esta fuerza invisible que juega conmigo como una hoja que del árbol se desgaja para sucumbir en un destino lejano a la rama que la amparaba?
Me sumerjo con la violencia de la piedra arrojada al río, pero una vez en las profundidades mis movimientos son ondulantes, serenos, veloces como un tiburón que huele sangre humana y va en busca de su botín.
Súbitamente me hallo en un túnel submarino, no hay agua, sólo escasas infiltraciones que se evaporan con el calor.  Distingo una luz, hacia ella voy.
-No hay nada que perder, ya está todo perdido.
A medida que voy acercándome al límite, diviso una silueta, alta, corpulenta. No le temo, vibraciones de amor me atraen hacia él…voy…sus brazos se extienden incitándome a unirme a su abrazo. Me envuelve contra su pecho; no es incorpóreo, no es inmaterial, sus músculos son fuertes. Permanecemos extasiados, suspendidos en un apretón que se eterniza. Sus manos toman mi cara; no quiero, me niego, mi rostro de monstruo lo forjaría a fugarse y es el único ser que puede ayudarme. No quiero que se vaya, no debo perderlo, es todo lo que poseo.
Sus manos son más enérgicas que mi obstinación. Lo miro estremecida esperando ver aprensión en sus ojos y sin embargo…
-¡Qué hermosa! Juraría que eres un ángel pero no lo eres, eres la mujer que por siglos esperé apostado en este espacio. Toma mi mano, sígueme, voy a llevarte al Edén Azul…

domingo, 5 de octubre de 2014

CONFUSIÓN




Porque creí en ti una y mil veces,
Mil y unas veces lloré.
Mi ánimo se derrumbó.
A ti te pregunto, amigo del alma
¿Vale la pena tanto dolor?
Tantas horas conllevadas
Entre café y cigarrillos,
Mis secretos más furtivos
En tu corazón atesoré
Pensando que eras mi bálsamo.
 
Me entregaste, a cambio de eso,
Angustia y desolación.
Fuiste mi fiel confidente,
Pero el hombre te venció.
Descubriste a la mujer.
 
La amiga se desvaneció.
Tremendo y gran error
Arrojar a la basura
Una sublime amistad,
A cambio de un poco de sexo.
 
Procuraste ser el dueño
De mi cuerpo, de mis besos…
¡Qué frívola presunción!
¿Qué esfera ocupó mi esencia?
Fue mi pregunta directa.
 
Me sorprendió tu respuesta
¡A qué lo voy a negar!
No acepté esa nueva realidad.
Eras mi amigo, mi hermano,
Afecto que no sucumbe jamás.
 
¿Por qué transmutar algo tan puro
En un pasatiempo sexual,
Habiendo tantas mujeres
Que saciaran tu apetito?
Tu rostro se ruborizó.
 
Abandonaste a la amiga,
Preferiste a la mujer.
Yo no puedo ver al hombre,
Sólo admitir tu amistad.

¿O acaso nunca lo fuimos?