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jueves, 30 de enero de 2014

DEL BAÚL DE LOS RECUERDOS- HOY: MODESTO MENDIOLA

UN REGALO PARA TI




ERES COMO UNA DULCE HADA

PARA ESE BEBÉ QUE TIENES EN LOS BRAZOS

ERES COMO UN ANGEL CELESTIAL

QUE LIBRAS A ESE BEBÉ DE CUALQUIER MAL

TU MIRADA Y TU SONRISA REBOSAN CARIÑO

EMITEN LUZ Y ALEGRIA

CON ESA FELICIDAD GRACIAS A TI

SE DESPIERTA EL BEBÉ CADA DIA



Autor: Modesto Mendiola  
Enero 2011

miércoles, 29 de enero de 2014

DEL BAÚL DE LOS RECUERDOS- HOY: ALFONSO JATIVA GÓMEZ

DEDICADO A MI (en respuesta a mi poema “MALDITO JUEVES”)


Myriam, corazón, qué estás diciendo, ave mía,
Gaviota de la mañana sumergida en la ilusión.
Si tú eres puro amor y sólo amor,
Amor que te alcanza, amor de todos los que te quieren,
De todos nosotros, que te adoramos

Cervatillo de la montaña y la libertad,
Toma consciencia de que sólo estás cargando baterías
Para volver a gozar de la libertad de la montaña
Donde se licúan los glaciares
Y surgen los arroyos
 Con sus aguas límpidas, puras y frías.
 Ellas traen mensajes de esperanza
Que siempre poblaron tus labios rojos
Como rosas que se abren sedientas
De libertad y gozo.
 

Autor: Alfonso Jativa Gómez

MALDITO JUEVES (24 horas de guardia hospitalaria)


Soy consciente de la bronca que me domina,
Soy consciente de que tomé el camino más peligroso,
El camino sin salida,
El camino sin retorno…
Pero no encuentro el atajo
Para escapar de un mundo que me da asco.
Voy entonces, por la autodestrucción,
Intoxicando mi cuerpo con toxinas y dolor.
Se colapsan los pulmones,
Pierde armonía el músculo cardíaco
Haciendo temblar mis manos,
Manos que nunca quisieron lastimar,
Manos que proporcionaron caricias,
Manos que a veces, sólo a veces,
Pueden escribir al amor,
Manos que responden al odio
Expresado en unos versos,
Y me odio porque no quiero odiar.

Doy giros de trescientos sesenta grados,
Giros que no hallan la paz y
No la hallan porque es utópica,
Porque sólo puede estar en mi interior,
Pero mi interior se cierra y me expulsa,
Me deja expuesta al desamparo
Del infecundo aislamiento.

Decido cerrar los ojos,
De todos modos ya no pueden ver,
Las estúpidas lágrimas invaden mis mejillas.
Estúpidas e inútiles porque nada va a cambiar,
Porque todo permanecerá igual,
Porque el cerebro se me paraliza
Y el mundo se detiene
Frente a un mortuorio y maquiavélico cuadro.

Irónicamente
El viento zarandea las copas de los árboles…
Irónicamente
La gente sigue la marcha, respiran…
Es posible que muchos compartan la angustia que me pesa,
Pero siguen, siguen porque no hay más remedio.
Yo también debo seguir,
No es buena la apatía,
La desidia acorrala la cordura.

Me remuevo la piel y vuelvo a resurgir.
Morir, nacer, nacer, morir…
La noria prolonga los giros
Y estoy en ella aunque no quiera.
Contengo las náuseas,
Me aferro a lo tangible
Para que la inanición no me demuela.

Revierto, abro los ojos
Y compruebo que la pesadilla terminó,
Que el jueves está concluyendo
Y junto a él, la espantosa impresión
De no encontrar un lugar
Para cubrir tanta animadversión,
Tanta injusticia parida por unos pocos.
El jueves terminó…
Le digo hasta luego a la sangre en ebullición.

Mañana es un nuevo comienzo.
Sin embargo quedan cicatrices que me recuerdan
Que otros jueves van a venir,
Agrietando una vez más las llagas,
Que el dolor volverá a decir presente,
Oprimiéndome la garganta…
Pero eso será el próximo jueves.
Hoy se acabó.
A fuerza de voluntad, una vez más te vencí,
Jueves, maldito jueves.
Si pudiera elegir el día de mi muerte
No dudaría en escoger el jueves
Porque es el día que muero
Cada vez que asoman las primeras luces.

Autora: Myriam Jara

viernes, 24 de enero de 2014

LO INEVITABLE

Porque a todos nos llegará, porque es necesario que llegue, porque es una tregua más que necesaria, por eso no le temo. Aquí la espero a esa dama que vendrá por mi... sé que sus ojos serán dulces y su mirada tierna...





LO INEVITABLE

Sentí  que me bajaban lentamente,
Los terrones de tierra húmeda
Chocando sobre la tapa del féretro,
Ese que sería mi último refugio.

Y me quedé saboreando el silencio,
Negro, sordo, abismal,
Afonía de almas
Y la quietud sepulcral.
 
Hubo un cosquilleo en la piel
Al sentir la última palada caer,
Cerrando  para siempre
El mundo de los vivos,
Ese al que ya no he de pertenecer.
A lo lejos, como un eco
Escuché murmullos,
Llantos y rezos…
¡Tan innecesario todo!
En pocas horas
Mi cuerpo iniciará
El proceso de putrefacción.
Es natural y necesario que suceda.
Estoy agotada,
Necesito reposar.
Que trabajen los gusanos…
¡Yo sólo deseo descansar!

Hágase tu voluntad…




jueves, 23 de enero de 2014

HERMANO DE CUATRO PATAS


"¡Si uno conociera lo que tiene, con tanta claridad como conoce lo que le falta!" 
                                          Mario Benedetti

Si tanto te dio la vida ¿Por qué no ayudar al que nada tiene? No se trata de dinero, se trata de compromiso...



miércoles, 15 de enero de 2014

NO HAY SENDERO HACIA INFINITO- CAPÍTULO 1





El planeta se hallaba devastado ¿Cómo ocurrió? ¿En qué momento la última especie dominante decidió arrasar con los vestigios de su paso por este mundo? Nadie pudo dar testimonio de cómo sucedió porque no quedó nadie para contarlo. La vida animal y silvestre, habían desaparecido casi por completo de la superficie. La desolación era reinante y el silencio sólo quebrado por esporádicos rumores emitidos por uno que otro disperso remolino de arena y polvo. Resultaba casi inadmisible imaginarse que entre todo ese derroche de esterilidad pudiera hallarse algún rezago de vida. Pero sí, la vida resulta ser siempre una terquedad constante y aún entre la aparente “nada”, logra imponerse como manifiesto: En medio de toda esa figurada negación de signos vitales, una forma de vida se aferraba a la sobrevivencia: un pequeño grupo de hienas.
Era mediodía, el desierto se había convertido en el portal del infierno. El sol abrasaba con tal ferocidad que hasta respirar parecía un acto imposible de concretar, se aspiraba aire caliente y extremadamente sofocante; los pulmones amenazaban con colapsar, la piel ardía, los ojos casi ciegos, empañados por tanta luz, apenas si podían parpadear.
Sobre una duna yacían amontonadas las cinco hienas. Estaban extenuadas, no tenían fuerzas para seguir caminando. La lógica imponía dejarse estar y esperar con resignación el fin…pero qué sabe la lógica de los argumentos de la vida.
-Tratemos de descansar un poco, la anciana no resistirá dar un paso más -había dicho momentos antes una de las dos hienas más veteranas, la “Alfa” de la manada, a la vez que ayudaba  a la anciana a recostarse suavemente sobre las candentes arenas del montículo.
-Por mí no hay problema, tenemos todo lo que nos queda de vida para caminar- opinó la rayada roja.
-A este paso no sé cuánto nos quede de vida- dijo la hiena parda, la más jovencita de todas, y se dejó caer, abatida y jadeante, sobre la arena
-Lo que nos quede de vida, sólo Dios lo sabe; con sólo mirar a nuestro alrededor tenemos suficiente ¡Mierda, que no necesitamos que nos desmoralices más!- Vociferó, indignada, la roja- A mí me sobra juventud y voy a seguir caminando y luchando, agallas no me faltan.
-No, si eso ya se ve- rió irónica la pardita- Lo que nos falta es comida y
Agua… sin eso… las agallas van a servirte para limarte las pezuñas que es lo único que sabes hacer.
-Te advierto, hiena estúpida, ten mucho cuidado cuanto te diriges a mí porque te arrancaré la piel a mordiscos… y te aseguro que lo disfrutaré.
-¡Basta! Terminen de discutir y guarden energías para buscar alimento, yo no voy a vivir eternamente. Coman esto y acuéstense- gritó la veterana “Alfa” y repartió un escarabajo a cada una.
Le dio dos a la anciana y ella se quedó sin comer. La longeva estaba senil y mientras viviera la cuidaría. Fuera de eso no quedaba nada, ni siquiera podía recordar cuánto hacía que había dejado de luchar por ella misma. Estaba agotada, no quería seguir viviendo en esa desolación y sin embargo debía seguir viviendo, pero sólo porque se debía a la manada.
Comieron en silencio y luego se acomodaron una al lado de la otra buscando compartir un poco de sombra. Necesitaban, además y pese a todo, el contacto de unas con otras. La soledad les producía terror. Se odiaban, constantemente se mostraban los colmillos amenazantes, se atacaban, desconfiaban de todas y cada una, y no obstante se fundían en una porque era el único modo de sobreponerse al espanto que reinaba en el lugar.
La veterana “Alfa” se sentó, apoyó con suavidad la cabeza de la senil anciana sobre sus patas y se la acarició.
Las horas pasaban torpes, como si el planeta se obstinara en no girar sobre su propio eje y conferirles la distancia del sol y negarles la inmediación de la luna que trajera un poco de alivio a los cuerpos ulcerados. Gargantas secas proferían ronquidos que rompían el silencio perpetuo, mutismo lúgubre que reclamaba la noche, aun cuando durante esas horas, los sentidos se harían más agudos por que más agudo era el miedo; miedo a dormirse y no despertar, o miedo a volver a despertar y descubrir que no era una pesadilla, que éste era su nuevo escenario: una vida sin futuro, un liquidarse constante, un esperar con ilusión el fin del fin, sintiendo al mismo tiempo que el final era sólo eso, el final… y la fluctuación del día después ¿Después de qué y para qué? Con estos pensamientos solían transcurrir las madrugadas, ansiando conciliar el sueño sedativo que, gracias a Dios, no se hacía esperar, prometiendo un poco de consuelo onírico a tanto sufrimiento real y palpable.
El sol se iba perdiendo en el horizonte cuando la pardita pegó un brinco. Miró hacia un lado y otro. Era la más joven y su sentido del oído estaba ileso, ni las esporádicas explosiones habían conseguido dañárselo. Lo mismo ocurría con su vista, era la más apta para ver a la distancia; sólo el olfato había sido dañado en una de las tantas detonaciones terrestres. Del mismo modo, la vieja “Alfa” se conservaba joven pese a que sus huesos decían lo contrario. Con paso lento pero enérgico, todavía era capaz de oler el aire y eso la hacía responsable de abastecerlas de alimentos.
El resto del grupo se había entregado, no luchaban, no buscaban, eran supervivientes sin valor, sujetas a la habilidad y caridad de las dos relevantes. La senil no contaba, vivía su propio mundo, comía porque le ponían la comida en la boca y caminaba porque la cargaban. Ni siquiera le espantaba la idea de morir, su universo era ajeno al de las demás; convivía con sus propias circunstancias y eso le hacía lindar en una felicidad ficticia pero auto-protectora. Forastera en el entorno, para ella no acaecía la soledad. Resultaba un fastidio para el resto, salvo para la “Alfa” que había asumido el compromiso de su conservación, protegiéndola contra viento y marea sin permitir que nadie la tocara. Si no hubiera sido por ella rato haría que la hubieran abandonado a su destino, o la habrían devorado para saciar el hambre que corroía el estómago.
La pardita se frotó los ojos con fuerza, le pareció ver dos bultos que  venían hacia ellas. Su vista no podía traicionarla, nunca lo había hecho pero de todos modos tuvo dudas; miedo no, sólo dudas. Si concibió algún miedo fue el de principiar a alucinar, pero esto era real. Estaban viniendo hacia ellas, definitivamente.


“LA MANADA ES EL COBIJO NATURAL DE TODA BESTIA GREGARIA…PERO AÚN ASÍ SERÁ INSUFICIENTE, SIEMPRE SE NECESITA DE UN MUNDO ALREDEDOR” 



Autores: Myriam Jara y Oswaldo Mejía

Ilustración: "PANDORA" de Oswaldo Mejía

domingo, 12 de enero de 2014

AL ENCUENTRO DE LA DAMA



AL ENCUENTRO DE LA DAMA



Si en este preciso instante

Me anunciaran los arcángeles

Que mi tiempo se extingue,

Que las horas son exiguas,

Que mi cuerpo, a punto está

De marchitarse…


¿Qué crees que haría?


No perdería ni un segundo

Haciendo recuentos.

No me reprocharía nada

De lo hecho y lo no hecho,

De lo que dije y también callé.


Una vez superada

La conmoción primaria,

Esmaltaría mis uñas,

Me daría un baño

Con sales de orillas,

Perfumaría mis cabellos

Con pétalos de rosas,

Revestiría mi piel

Con néctar de almíbar.


Tendida en la cama,

Con la desnudez expuesta

Y los ojos abiertos,

Esperaría que selles

Mis labios con tu boca.


sábado, 11 de enero de 2014

NO ME VAS A VENCER


NO ME VAS A VENCER

Hoy me desperté
Extrañamente enajenada,
Sintiendo el cuerpo pesado,
La mente obnubilada,
Las manos temblando,
El corazón agitado.



Haciendo un gran esfuerzo
Intenté levantarme;
Las piernas, débiles,
Se empeñaban en evitarlo.
Pretendí abrir los ojos pero
Los párpados no se apartaban.



¿Cuál era la razón?
¿El organismo complotaba contra mí?
La sangre en ebullición
Obedecía al cerebro,
Pero el cerebro, porfiado
No me explicaba nada.



No vas a vencerme,
Le dije, desafiante,
Haciéndole frente a la imagen
Que el espejo me mostraba.
Ojerosa, el cabello enredado;
El hastío, mueca cruel en mi cara.



Fue sólo un momento…
La muerte, solemne y
Antojadiza, me convocaba
En silencio sepulcral;
Muy segura de su triunfo,
Adelantaba la cita.



Sin embargo no lo hice,
Solté el bisturí,
Repugnante insecto
En mis manos apretado.
Con violencia inusitada
Lo arrojé lejos de mí.



La vida es sombra valiosa,
Mi vida también lo es.
No puedo hacerlo
Estoy obligada a seguir.