La niña permanecía encerrada en su
jaula de oro, albergue obligado de antaño, refugio de incapacidades adquiridas
del hoy.
Nació con todas las potencialidades
humanas pero el tiempo, enemigo de sus quimeras, la empujaron a perder uno por
uno sus sentidos y la joven ya no pudo salir de esa prisión con cortinas de
brocado y tules por cielorraso.
- No lo digas…no lo cuentes…no
prometas…no exijas…no cantes…
La voz se quebrantó, afonías
intermitentes royeron las cuerdas vocales acallando sus gemidos.
- No escuches…no intervengas…no les
creas…no averigües…
Gemas de egoístas matices y gruesos
quilates penetraron en sus orejas destruyendo los tímpanos hasta transportarla
al silencio abismal… no volvió a oír la
brisa, ni la música ni el llanto de los apenados.
- No te muevas…no fastidies…no
bailes…no importunes…no corras…
Las escuálidas piernas fustigadas por
huracanes repentinos quedaron suspendidas en la silla de brazos de oro y
cojines de sollozos.
Por las noches aparecían los demonios
que debían recordarle que no había cabida en el nirvana, ni en el averno… su
residencia sería el eterno purgatorio
donde enmendar pecados inciertos. Noches turbias de expiación prolongaban la
agonía ante el murmullo de los zombis que la rodeaban complacidos al ver la tez
virando del blanco al gris, mas en las
extensas horas en que el crepúsculo la absorbía, alcanzaba conciliar el sueño
para dar reparo a los huesos y recomenzar el día en su tedioso calabozo donde
nadie la asediaba, los demonios se marchaban con los zombis y no había humano
que pudiera resistir la culpa de esa voz enmudecida, de esos oídos obstruidos,
de esos ojos sin pupilas.
- Soledad es su nombre, soledad es su
compañía, soledad es su destino.
Las espesas y oscuras cortinas se
rasgaron súbitamente dejando entrar la luz del sol y sus ojos se iluminaron. El
chillido persistente, enérgico, tenaz, la cautivó… apacible eufonía que la
incitaba a danzar.
- Yahá…Yahá…Yahá…
Su piel se cubrió de plumas grises,
un collar negro en su cuello y por manos, brillantes alas…
Voló, voló hacia el etéreo espacio
donde cohabitan almas abatidas, almas mutiladas, almas clamando una caricia,
almas que cada mañana esperan alborozadas, la balada del ave con plumaje de
entrelazado dorado, y fanales de urgente brillo…El consuelo llega cuando allí
resuena la balada persistente, tenaz, enérgica, que les devuelve la conciencia
de individuo…
- Yahá…Yahá…Yahá…