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lunes, 1 de abril de 2013

Ja ja ja Mis amigos siguen divirtiéndose conmigo...

MYRIAM Y LOS MURCIÉLAGOS (Cuento)

-¿Llegará a tiempo?-Horacio estudiaba su reloj múltiple función, mientras Leo intentaba mirar a la carretera, pero el calor producía esa oleada que difuminaba algo oscuro que se acercaba a la distancia.

-Debe ser ella.
En efecto, el Jeep Willys se detuvo levantando un chisporroteo de piedritas rojas, los dos periodistas sonreían mientras contaban 25 grados y apenas eran las ocho de la mañana.
Ella se baja, tiene un gorro de víscera, lentes negros y unos cortos mechones de cabello rubio, lleva una mochila inmensa además de un bastón metálico que tomó del costado del vehículo. Debajo de unos árboles achaparrados, descansa la camioneta Subaru de los hombres.
Les da la mano a cada uno con decisión, mientras observa su vestimenta, uno de ellos lleva... ¿Corbata?
-Lo siento, deformación profesional, en el diario estamos obligados y...-Se la quitó inmediatamente.
-Si quieres llévala, pero es probable que termines ahorcado en un monte de espinos o se te cuelguen los murciélagos cuando entremos a las cuevas.
Continuó caminando por delante, oteó el horizonte y sacó un adminículo,  seguramente un GPS, del bolsillo de su camisa de franela. Llevaba un pantalón  muy gastado con bolsillos a lo largo de las piernas y botas enormes que parecían dos números más grandes.
-Desde acá subimos al cerro a pie, son unos seiscientos metros, y después rodeamos la cumbre, pero todo a su tiempo, será mejor que dejen todo lo que estorbe, como esas revistas que llevas tú en la mochila.
Asomaban algunos números de “Paparazi” y “Antena” del costado de la mochila roja de Leonardo, este se las quitó y las llevó a la camioneta con actitud avergonzada.
-¿Para donde escriben?
-Semanario “Nuevo Horizonte” de Rosario- Contestó orgulloso Horacio, ella no le dijo que ni siquiera sabía que existía ese periódico.
Caminaron hasta la cumbre, a las dos horas se detuvieron a tomar agua, Leonardo, que era más fornido que Horacio, se sentó sobre una piedra con mucha mala suerte.
-Quédate quieto.
-¿Qué?- Su rostro tomó un tono rosado, o ya lo tenía por el sol.
Por un segundo, los sonidos de las montañas circundantes de detuvieron y hasta el viento permaneció callado.
-Es una “Falsa Coral”, no te preocupes, ya se irá- En ese momento, su cara regordeta varió al gris mortuorio mientras petrificado trataba de mirar al suelo.
Un momento después ella dijo: 
-Vamos- y Leonardo trataba de explicarle a su tembloroso amigo que una cosa enorme de casi un metro, se había escurrido desde la proximidad de su pie izquierdo hasta las plantas que bordeaban el camino.
-Pero ¿Son inofensivas? ¿No?
-Mmmm...
- ¿Si me hubiera mordido estaría muerto?
-Allá arriba ¿Lo ven? Allá está el cerro de los “Murciélagos Peruanos”, lo que ustedes querían ver para su nota. Debemos llegar antes del mediodía porque ya debe haber como treinta grados y esto se va a poner peor.
Ella retomó el sendero y luego enfiló por la escarpadura hacia la cima con inusitada agilidad, mientras Leonardo se aflojaba la campera camuflada que había comprado para la ocasión, para sorprender a su amigo. Horacio llevaba una camisa leñadora demasiado gruesa para ese clima, ambos tomaban agua demasiado seguido.
A eso de las once de la mañana, llegaron a la entrada de una enorme cueva que se introducía casi en el pico del cerro perdiéndose entre las piedras fracturadas.
-¿Murciélagos Peruanos?¿Por qué se llaman así?
Ella se encogió de hombros y sacó una linterna que iluminó unas piedras azuladas pletóricas de plantas que se sostenían a cada poro de las mismas. De tanto en tanto, unas flores amarillas con forma de corneta, adornaban la vista.
-No sé- Dijo Myriam, y se metió en la cueva dando grandes zancadas, era como si la conociera desde siempre. Horacio y Leonardo trataron de sacar algunas fotos digitales de la entrada para retrasar su incursión en la oscuridad.
-Vos primero, yo estoy muy cargado.
-¡Cagón!- Dijo Leonardo y se metió, seguido por Horacio que recordó abruptamente, a la enorme víbora que ya había crecido un metro más en su recuerdo.
Por fin vieron a los murciélagos, nada de otro mundo le parecieron a los periodistas que a eso de las seis de la tarde, sentados en su camioneta Subaru, escribían frenéticamente en sus laptops mientras Myriam encendía fuego en una zona despejada.
-¿Qué enfoque le estás dando?
- Una nota pintoresca sobre lo abrupto de los cerros, la vida salvaje de nuestra tierra y lo bueno de tener una guía con experiencia, tan atractiva además.
-¡Ajá!- Agregó Horacio.
-¿Y vos?- Preguntó seguidamente, su colega.
-Yo no puedo dejar de pensar en esa enorme víbora de tres metros que casi me ataca.
El olor a los chorizos embriagó el aire mejor que un Channel Nª5. Los periodistas dejaron sus adminículos y se agacharon en torno al fuego.
-Entonces... la víbora... ¿Era venenosa?- Dijo discretamente el más alto de los dos.
-Era una Falsa Coral, es una víbora inofensiva que tiene los mismos colores que la Coral, ni siquiera muerden, se asustan y escapan siempre, si hubiera sido una Coral... Coral... tal vez estarías en problemas.
-¡Menos mal! ¡Yo sabía que no era peligrosa!- Exclamó el envalentonado periodista.
Ella permaneció unos segundos en silencio y luego agregó...
-Los que si son venenosos son los Murciélagos Peruanos.

Myriam nunca había visto rostros tan aterrados como los de esos periodistas y pensó, mientras les servía la cena, que era bueno tener algo de que reírse hasta que vuelvan a la capital y les diga la verdad.


Autor: Darío Valle Risotto (Escritor uruguayo)

(Cuento inspirado en algo que me contó Myriam y a ella está dedicado, también al hermoso campo Argentino)