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viernes, 26 de abril de 2013
miércoles, 24 de abril de 2013
martes, 23 de abril de 2013
LA LUZ ENTRE LOS OJOS
Cinco años… cinco años y ocho horas para ser más preciso ¿Cuántos
minutos? No; eso sí que no podía recordar, y no era posible porque no era el
caso, dadas las circunstancias de esa fresca y gris mañana otoñal, que mirara
el reloj; una lástima no tener la exactitud de los minutos porque fue el día cuando
la brújula vital enloqueció y lo mutó ciento ochenta grados, pero la hora no,
la hora no podía olvidarla. Él siempre se ajustaba a su rutina. Ocho de la
mañana ¿Cuántos minutos? Debería haber mirado el reloj y sin embargo no lo
hizo; él, tan pendiente de los minutos, viejo seguidor de las tradiciones,
entre ellas la puntualidad, no lo hizo, no tuvo tiempo; calculaba,
ambiguamente, que serían cinco o siete minutos, a lo sumo, pasadas las ocho.
A las ocho de la mañana, como cada día, de lunes a viernes, con una
disciplina exacerbante, salió de su casa para tomar el tren de las ocho y diez
que lo llevaba a su trabajo. Ese día no pudo tomarlo, los sucesos se lo imposibilitaron.
Y sin embargo…desde ese día fatal no pudo apartar nunca más los ojos del reloj
pulsera, era lo único que se permitía mirar cuando merodeaba por la ciudad.
Solo, en su casa, sin más compañía que el mobiliario, podía sacudirse el miedo
adherido al traje y apartar la vista del piso para relajarse y descontracturar
los músculos cervicales.
Stamatis extrañaba las caminatas largas, aunque arduas, formaban parte
de sus ritos; vagabundeos que finalizaban en el banco de una plaza, observando
a los párvulos que jugaban o rescatando horizontes y rostros que atraían su
atención y él plasmaba para la eternidad con su vieja cámara fotográfica Leica,
herencia de su padre.
Del padre, del abuelo, de sus ancestros, había adquirido además y por
sobre todas las cosas, el orgullo de la sangre griega que corría por sus venas
y que se revelaba en su nariz aguileña, perfil distintivo de sus raíces.
Presuntuoso, deambulaba con la frente en alto, haciendo ostentación de su
tierra lejana en espacio pero intensamente enraizada en su esencia.
Estaba por cruzar la calle angosta y empedrada para alcanzar el tren de
las ocho y diez cuando vio a la niña de delantal blanco impecable que dejaba en
claro que era lunes, lunes doce de junio. También la pequeña lo miró, y ahí
comenzó la desdicha. La muchachita, con su mochila atravesada a la espalda,
cruzó la calle. Stamatis percibió la luz entre sus ojos e inmediatamente, el
automóvil que circulaba a gran velocidad, clavó los frenos. Stamatis ahogó el
grito, la niña voló por el aire y cayó ensangrentada, su cuerpito cubierto por
el delantal blanco salpicado de sangre. No se pudo hacer nada, la pequeña
estaba muerta y él, fiel testigo, no pudo ayudarla.
Llegó tarde al trabajo, y si bien le provocó cierto malestar, más fuerte
era el de la visión de la ambulancia transportando el cuerpo sin vida, un
cuerpo menudo enfundado en una bolsa negra. Trató de concentrarse en su tarea
pero no lograba anular de sus pensamientos el macabro cuadro. Por la noche no
pudo dormir pero siempre, puntualmente, a la mañana siguiente tomó el tren de
las ocho y diez, aunque cambió el recorrido. No quería recordar la escena que
se presentaba en sus sueños como una pesadilla, persistente, noche tras noche
desde hacía cinco años y ocho horas.
Muchos días pensó en la luz entre los ojos. Era de día, no había nadie
más que ellos dos ¿Quién pudo haberla encandilado con la luz para que la
jovencita cruzara la calle sin percatarse del automóvil? Nadie. No había nadie
en ese preciso instante.
Esa fue la primera vez que vio la luz entre los ojos y luego, sin pausa,
vino una seguidilla de luces que acababan con la vida de las personas que la portaban,
fue entonces que Stamatis comprendió el sentido de la luz entre los ojos: era
el preanuncio de la muerte que actuaría en segundos, acaso en minutos. No pudo
hablarlo con nadie, temía que lo creyeran un perturbado. Pero la luz se
presentaba constantemente y de inmediato se producía el deceso. Lo concibió
como un don, un don cruel, por supuesto. Él tenía el poder de percibirla pero
no podía hacer otra cosa más que angustiarse y esperar que los hechos
sucedieran tal como estaban predestinados.
En los bares, en el cine, en la calle, en las plazas, por donde fuera
Stamatis, cada día la luz se encendía en alguien y él ya sabía que era el fin
de la existencia del portador. Fue a partir del discernimiento del don que
decidió caminar sin ver. Salía de su casa para ir al trabajo y volvía
directamente al hogar. No quería salir, no quería reparar en las personas que
transitaban felices en la ignorancia de los últimos metros a recorrer. No podía
auxiliarlos, pero tampoco padecerlo. Marchaba con la cabeza gacha, miraba el
reloj y el piso, indistinta y alternadamente. El regreso a casa era su paz, la
luz, despótica, lo forzaba al aislamiento, porque allí no había nadie que
pudiera acongojarlo con la luz.
Lo despertó el timbre del reloj. La seis cuarenta y cinco. Se calzó las
pantuflas, se puso el salto de cama y caminó dos metros hasta la cocina,
enchufó la cafetera eléctrica, puso la dosis necesaria de café, dos rebanadas
de pan lácteo en la tostadora; en el dormitorio, sacó el traje de la percha y
los zapatos acordonados, eligió la camisa y la corbata, las medias y ropa
interior, también la camiseta, hacía frío. Doce de junio, faltaban pocos días
para el invierno pero el frío intenso ya se hacía sentir, tendrían un invierno duro.
Fue hasta el baño, corrió la cortina, abrió la ducha, constató la temperatura
del agua. Se quitó la bata y se introdujo en la bañadera. Se envolvió con la
bata de toalla, abrió el armario, extrajo la espuma de afeitar, la brocha y la
maquinita. Cerró la puerta espejada y se dispuso a afeitarse. Recubría con la
brocha su rostro cuando vio la luz entre sus ojos. Las manos quedaron suspendidas
con la maquinita en alto, el corazón se contrajo latiendo cada vez más fuerte
en una danza arrítmica, frenética; apreció el sudor frío, sintió el dolor de
estómago. Se arqueó, volvió a enderezarse para mirarse al espejo y comprobar
que la luz seguía allí, entre sus ojos. Stamatis sonrió. La paz llegó antes del
último estertor, la paz de saber que nunca más tendría que caminar con la
cabeza gacha.
domingo, 21 de abril de 2013
EL MATIZ DEL DESALIENTO
No
conviene andar por la vida sin mirar dónde se pisa pues sin que te percates, se
abre un hoyo y te devora. La vida te devora; se traga tus sueños y escupe
decepciones; te enlaza una soga al cuello, quieres gritar y no puedes.
Ya
diste ese paso que nunca debiste dar. Producto de la irreflexión, la
imprudencia, cual cómplice que aconseja dejarse llevar por la estúpida
corazonada… te dejaste arrastrar por tu inconsciencia y ahora no hay más que
oscuridad pues la penumbra arrolló tu objetividad… cerrazón, lobreguez, el
pasaje sin salida, el camino sin retorno…
Entre
negros y blancos suelen fluir tus días… blancos de templada placidez…negros de
rabias reprimidas… más hoy sólo hay grises… grises que te enlutan los sentidos,
que te instalan la indiferencia en los huesos.
Los
astros están pero no logras visualizarlos, los nimbos que tu mente crea, se
enlazan formando un círculo, suprimiendo tu estado de alerta, extinguiendo el
sol, la luna, las estrellas. Allí están las luminarias… siempre están pero tus
retinas tan opacas como los días sobrevenidos, no pueden distinguirlas.
Has de
resistir recostado en este lecho que te aísla, protegiéndote de los ávidos de
inmolados. Este tálamo que te preserva, que desautoriza el ingreso de
husmeadores al aposento de paneles, también grises, refugio de viciadas
supuraciones que emanan de las heridas causadas y que huelen a sangre
coagulada, te ayudará a soportar sin pensar más allá de este instante. Es la
transitoria seguridad del recogimiento, es la existencia donde lo vital es la
inapetencia y el hastío, tu sustento…
Pero
pasa, justo cuando el relámpago ilumina la bóveda y el estruendo agita las
ánimas, precisamente en ese segundo en
que luz y estrépito convergen en una mágica incidencia, justo en ese segundo,
recobras la sapiencia, se evaporan los
grises, retornan los blancos y negros…transitoriamente…nunca se puede estar
seguro cuándo se volverá a pisar en falso…
jueves, 18 de abril de 2013
LAS TRES ARPÍAS (De la novela "LAS ORQUÍDEAS LLORAN DIAMANTES SOBRE EL PANTANO")
# No tiembles, Benazir, ya estás conmigo, tu amado Jalil, ferviente
amante, amo y esclavo. Has llegado hasta mí atravesando los muros de piedras
Moriscas, desafiando a los que nos condenaron a vivir separados… tú, en esa
fría celda… yo, en este repugnante pantano y ahora que me restituiste mi
identidad, ahora que puedo recordar aquella noche ardorosa en que me brindaste
tu esencia y piel y te hice mía, no serán estas hienas las que nos impedirán
estar juntos por siempre, no mientras este león que recuperó la pujanza que de
caballerizo dotado estaba, no ha de faltarme coraje para hacer frente a los
demonios que me hundieron en el estiércol.
- Ja, ja, ja…La carroña jamás puede abandonar el estiércol…
- La oruga se cree león… Jaaaa, jaaaa, jaaaaaaaaa… Majestad de la
boñiga… jaaaa, jaaaa, jaaaa…
- Feneceré de tanto reír…Jaaaa, jaaaa, jaaaa…
# No riáis, hijas del demonio, pues ya no les temo ni a sus pezuñas ni
a sus fanales que destilan odio color púrpura. Pensasteis que sería vuestro por
siempre pero la Dama Nívea trajo a mi doncella y destruyó a vuestro supremo
ente sombrío. Él ya no puede dañarnos, no desde la morada del silencio y la
oscuridad donde preside el lloro de entidades más prietas que la del mismo
Luzbel.
- ¿Acaso cree él que puede librarse de nosotras?
- Déjalo que sueñe, será mayor su padecer jaaaa ja jaaaa
- ¡OH, el sanguinario león que se orina de miedo ante nosotras! jaaaa
jaaaa
# ¡No es cierto! ¡Por supuesto que ya no me aterran! Bien sé que
pensabais que sería eternamente larva del cenagal. ¡Pues estáis equivocadas! Es
natural, también yo lo concebí eterno,
pero ahora veo la luz y reconozco el camino, el punto exacto debajo de la
bóveda celeste cubierta por frondosos árboles donde las huestes del Califa me
abandonaron a mi suerte, a la doliente soledad que se quebró con la presencia
de tres arpías envueltas con alas de ángel. Sí, lo admito, tuve miedo al verlas
vez ante mí. A pesar de la belleza y voluptuosidad que ocultaba su fiereza,
esos ojos, ojos que miraban ávidos mi desnudez, mirada anhelante, gargantas
secas, voz herrumbrada por siglos de erótica demanda, ruego de meretrices
clamando por mi sexo. Me hicieron vuestro, no voy a desmentirlo, aun cuando
esta revelación haga brotar lágrimas a mi enamorada niña.
* Qué… ¿qué, dices, Jalil? No comprendo…No entiendo tus palabras, dime
que no es cierto… no con ellas… ¡OH, por Ala! Dime que deliras…
# Benazir, te lo suplico… no llores por ello… mi cuerpo nunca les
perteneció, se apoderaron de él, me convirtieron en prisionero de sus oprobios,
pero debes creerme, no tenía modo de resistirme, el espanto me dominó, mi
hombría se expresó para complacerlas, pero no hubo amor ni pasión, sólo temor
que me indujo a cumplir pretendiendo que eran ellas mi destino final. Perdona
mi debilidad, Benazir. Si pudieras verte reflejada en aguas cristalinas,
advertirías tus ojos llenos de pavor, tienes miedo de ellas, mi pequeña. Tú que
desafiaste al Califa por amor a mí, les temes, pese a que te tengo asida de la
mano y mi pecho se engrandeció para escoltarte hasta el paraíso ¿Por qué no
habría de temerles yo, solo con mis tormentos, sabiéndome impedido de escapar?
Ellas me resguardaban de los otros demonios. Ellas, cual jauría de perras
rabiosas, me defendían de quienes osaban acercárseme. Sí, Benazir, no son las
únicas, hay más, son decenas pero no se muestran, se ocultan, se camuflan, y
desde sus escondrijos avasallaban mi juicio. Ellas me volvieron frágil,
supeditado a sus caprichos de féminas excitadas a cambio de protección. Nunca
les concedí mi alma, esa es sólo tuya, por ella acudían, lo sabía… pero de mi
sexo sólo manaba néctar amargo del que aguanta por amor. Mi espíritu estaba
fuera de mí, mi cuerpo, extrañado, no tenía esencia, esta quedó en tus
entrañas, mi amada. Pero ya no temas, no pueden lastimarnos, se agotaron sus
energías. Alcanzo a observar en sus miradas que perdieron el rumbo, sin señor
que las guíe por la senda del vicio. Quédate detrás de mí, mi esqueleto, ahora
erguido, será tu refugio. Evoco la noche en que, embelesado por tu miel, me
dejé prender, pero ya no, jamás volverán a apartarnos, tú y yo somos uno. No
vacilaré en enfrentarme al harén de Satán y todos sus estúpidos súbditos si
intentan interferir en nuestro destino.
- El necio orate está delirando…
- Es natural que así sea. Hemos picado su cerebro, hemos vaciado su
cráneo, nos atiborramos hasta el hartazgo despojándolo de cognición a cambio de
nuestros fluidos que, sediento, succionó de nuestros sexos ¡Imbécil!
- ¿Quieres un poco más, pervertido succionador de los flujos del
ardor? Ven a mis brazos, enrédate
conmigo, me consumo en el deseo de tu lengua podrida, lengua pastosa que
paladeó con delectación el caldo de nuestra libídine. Estoy ardiendo, no te
resistas, siente el fuego entre mis perniles.
# ¡EA, vosotras! Perdieron el poder, desquiciadas que se piensan
soberanas. Ja ¡reinas del orbe bruno, no sois más que pobres lémures! Percibo
el pavor en sus cuencas, huelo aprensión en sus pieles… temen, sí, temen
mientras me burlo de ustedes ahora que la pureza de mi princesa envuelve mi ser
restableciéndome la razón perdida.
- ¡EA, miren! ¡Esa puta arropada con cándidos velos, se lleva a Jalil!
- ¿A dónde creen que van, maldito par de bazofias?
- ¡Hija de perra! ¿A dónde piensas que has de llevar a nuestro harto
semental, tan viciado como nosotras? No te pertenece, él es del séquito de Satán,
es el padre de los engendros que engordan en nuestras matrices, criaturas
demoníacas, dispuestas a prorrumpir para atormentar vuestro falso universo,
avasallando a las almas que allí habitan ¡La corrompida humanidad de la que os
vanagloriáis, será el feudo de Luzbel!
# ¿Qué os importa a dónde iremos? No os preocupéis… percibo que estáis
alteradas. Calma, brujas de la noche, mi dama y yo, no pertenecemos a vuestro
dominio y de aquí saldremos para restituirles el trono a los viles señores ¿Escucháis sus
lamentos, sus voces pidiendo piedad? Son ellos, vuestro amo y sus prosélitos
sin DIOS que los oiga. Será mejor que vayáis por ellos, tal vez tengáis valor
de sacarlos del fango, o hundiros
también vosotras. Guardad el señuelo con el que me cogisteis ¡Háganse a un
lado, no me obstruyan la salida o en mi ira las arrastraré con mis manos hasta
el pantano!
- ¡Nooooo, Jalil! ¡No nos dejes! Nosotras te servimos ¿no lo recuerdas?
¡Ven aquí, miserable!
- ¡Esa corrompida nos lo está robando!
- ¡Maldita! ¡Malditaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
Autores: Myriam Jara- Oswaldo Mejía
Ilustración: "MORADA PARA LOS INSTINTOS" de O. Mejía
miércoles, 17 de abril de 2013
POEMA DE AKEMI, DEDICADO A MI TRISTEZA
PORQUE ESTAS MUESTRAS DE CARIÑO ME HACEN BIEN, LO COMPARTO CON USTEDES...
Cuando abro mi
ventana
Y veo tu sonrisa
Me alegras la
mañana.
Eres como un bello
Amanecer, lleno de
alegría,
Con tu gorrita
desgastada
Y tus ojos como
una
Piedra lapislázuli.
Bella, bella,
Tu pelo enmarañado
De niña traviesa.
Así eres tú mi
querida
Amante de las
letras.
Soñadora en la
lucha,
En el monte, cabra
suelta,
En la ciudad alma
bendita,
En el Desván,
poeta,
En mi alma, mi
amiga
Y como escritora.
¿Pon mis puntos y
comas donde quieras?
Besazosssssss, Te
quieroooooooooooo
Muakkkk, Akemi
martes, 16 de abril de 2013
EN DEFENSA PROPIA (De la serie “ME PERMITE, POR FAVOR”)
Cuando el verbo es relegar y la
acción, obcecación, te hallarás en el desierto, cercado por hienas ávidas de tu
carne, deseosas de tu sangre pues allí, cual estampa de gloria, se encumbra tu
silueta, se reconocen tus valores, se te ama y se te desprecia…jamás se te
ignora.
Las hienas no pueden contra eso, sólo
cabe la destrucción de tu humanidad.
No tienes salida pero debes
intentarlo o ellas te corroerán con saña, hincando sus colmillos en cada
segmento de tu cuerpo ¡SALTA EL PRECIPIO! Tus pies no son pequeños, ante el
miedo se agigantan….Retrocede, toma impulso y pega el salto sin titubear, sólo
hazlo ¿Qué podría acontecer? ¿Qué te
desplomes en el vano mundillo de las opacidades y te desmiembres?
O tal vez lo logres y rescates la honra de ser quien siempre fuiste… Ellas,
salivando, absorbiendo su repugnante secreción… y tú, más allá de ese área
deteriorado… Oscilan las hienas, pierden
la razón, se ofuscan, se crispan… Tú, con honores, erguido en tu suficiencia
las verás derrumbarse una a una... despedazándose unas a otras con furibundas
dentelladas…
El verbo es reacción, la acción,
resistencia… ¡NO PERMITAS QUE TUS MANOS SE DESANGREN! No aquí, no es este el lugar al que perteneces, tu
infinito no es junto a ellas…Si acaso alguna vez fuiste parte del rebaño,
blanco de lacras y suspicacias, aclamado y glorificado desde la falsedad ¡YA NO! Admítelo y vete de aquí, hay fronteras
que traspasar, hay universos desconocidos por descubrir, hay la expectación de resurgir, hay amor…Ay,
amor…
Si logras esquivar las incitaciones
de deliciosos cromos, de perros guardianes, de agujas que prometen bienestar y
fortaleza, de misticismos falaces, entonces, sólo entonces, podrás distinguir
la emisión de tu querubín y estarás a salvo pues ellas, las hienas, le temen…
Han catado el aroma de tu cuerpo y se obstinan en retenerte a su lado más
cuando la áurea nívea te envuelva, la imperturbabilidad será acción y el verbo
¡ABOMINACIÓN!
Ahora, hazlo ¡PEGA ESE SALTO
MORTAL ANTES DE PERDER EL JUICIO!
Ignora los signos que engañan,
destruye los dígitos que incitan al vicio, no busques la lógica…Uno más uno... es
uno…
martes, 9 de abril de 2013
VE CON CONFIANZA EN BUSCA DE LA SEÑAL (De la serie "ME PERMITE, POR FAVOR")
Fue
imperativo pero impartido desde el aliento, y sin embargo sentí la presión
ejercida sobre mi atiborrada masa encefálica dejándome en situación de
parálisis o incapacidad para discernir
si realmente deseaba o no abrir esa puerta que me llevaría a un lugar ignoto,
remoto, extraño.
¿Qué
más da? Definitivamente ya no estoy a gusto en este sitio en el que habito
desde hace diez lustros, aquí, sí, aquí donde pasé mi sórdida existencia,
ocultándome tras protervas máscaras que me condenaban al eterno autoengaño.
Aquí el horror se hizo presente cuando aparecieron ellas…
Debía
dar el paso, el gran paso, debía traspasar esa sutil línea que marca los
límites entre lo que fui y lo que deseo ser. En la línea estoy parada pero no
puedo quedarme aquí eternamente, el aquí es la negación y ya no quiero más
signos horizontales, únicos, dispersos.
Voy
por la cruz, no la que pesa sino la que te conduce directamente a ese espacio
donde la luz no enceguece mi visión y las esfuma a ellas… ¿La cruz es la señal?
Veremos…
En
fin, se acabó la duda, no se que hay detrás de esta puerta, de todos modos voy
a abrirla y que venga lo que tenga que venir.
No me
sorprende…puertas…más puertas…siempre hay puertas que me obstruyen la salida
pero sin embargo estas están abiertas, como invitándome a pasar. Dudo, lógicamente,
dudo pero están abiertas. Alcanzo a oír melodías, algunas inquietantes, otras
que me transportan a ese estado de paz que poco y nada conozco, pero me
agrada. También hay destellos luminosos
e intensos.
Me
acerco a la primera, elijo al azar, da igual, si todo me resulta extraño…
Estoy
a punto de penetrar a esa habitación cuando la puerta se cierra de golpe
haciendo temblar el piso ¡Caramba, parece que erré en mi elección! No es
importante, voy por otra pero… ¿Cuál? Temo volver a equivocarme, no me gusta lo
que ocurrió y no deseo que vuelva a suceder pero sí, vuelve a ocurrir, una vez
más el maldito estrépito de la madera a punto de golpearme en el rostro. No voy a darme por vencida, aun me quedan varias,
alguna de ellas deberá abrirse pues será la que contenga la señal.
Sucesivamente,
una por una, fueron desalojándome antes de introducir un pie, más no sea para
husmear, pero nada, no puedo hacer nada…O sí, volver a mi celda de siempre.
Mañana…tal
vez mañana… Por hoy ya tuve suficiente…Deberé esperar la nueva orden…
sábado, 6 de abril de 2013
ESE ETERNO AMOR ADOLESCENTE
¡Ese beso que me diste
Me dejó tan extasiada!
Con la boquita mojada,
Las mejillas sonrojadas.
Ese beso que el viento lanzó
Al país de los ensueños
Vino a posarse en mis labios
Y me dejó deslumbrada.
Y mientras ella esperaba
Montado en brioso corcel
A su príncipe anhelado,
Soñaba, la niña soñaba.
Cada día al despertar,
Y a la hora del ocaso,
La niña siempre soñaba
Esperando ensimismada.
Y mientras la niña aguardaba
Que su amo la redimiera
De sus dolencias de amor,
El príncipe no llegaba.
Y aunque jamás fue amada,
Esa niña enamorada
Sentía el gozo ilusorio
De sentirse conquistada.
La niña se ha hecho mujer
Con el correr de los años,
Maduró, pisó la tierra,
Hubo en su alma, daño.
Mas la niña enamorada
Sigue esperando el amor
De la adolescencia atesorada.
viernes, 5 de abril de 2013
EL SECRETO DE UNA GRAN PENA (De la serie "ME PERMITE, POR FAVOR"
La niña permanecía encerrada en su
jaula de oro, albergue obligado de antaño, refugio de incapacidades adquiridas
del hoy.
Nació con todas las potencialidades
humanas pero el tiempo, enemigo de sus quimeras, la empujaron a perder uno por
uno sus sentidos y la joven ya no pudo salir de esa prisión con cortinas de
brocado y tules por cielorraso.
- No lo digas…no lo cuentes…no
prometas…no exijas…no cantes…
La voz se quebrantó, afonías
intermitentes royeron las cuerdas vocales acallando sus gemidos.
- No escuches…no intervengas…no les
creas…no averigües…
Gemas de egoístas matices y gruesos
quilates penetraron en sus orejas destruyendo los tímpanos hasta transportarla
al silencio abismal… no volvió a oír la
brisa, ni la música ni el llanto de los apenados.
- No te muevas…no fastidies…no
bailes…no importunes…no corras…
Las escuálidas piernas fustigadas por
huracanes repentinos quedaron suspendidas en la silla de brazos de oro y
cojines de sollozos.
Por las noches aparecían los demonios
que debían recordarle que no había cabida en el nirvana, ni en el averno… su
residencia sería el eterno purgatorio
donde enmendar pecados inciertos. Noches turbias de expiación prolongaban la
agonía ante el murmullo de los zombis que la rodeaban complacidos al ver la tez
virando del blanco al gris, mas en las
extensas horas en que el crepúsculo la absorbía, alcanzaba conciliar el sueño
para dar reparo a los huesos y recomenzar el día en su tedioso calabozo donde
nadie la asediaba, los demonios se marchaban con los zombis y no había humano
que pudiera resistir la culpa de esa voz enmudecida, de esos oídos obstruidos,
de esos ojos sin pupilas.
- Soledad es su nombre, soledad es su
compañía, soledad es su destino.
Las espesas y oscuras cortinas se
rasgaron súbitamente dejando entrar la luz del sol y sus ojos se iluminaron. El
chillido persistente, enérgico, tenaz, la cautivó… apacible eufonía que la
incitaba a danzar.
- Yahá…Yahá…Yahá…
Su piel se cubrió de plumas grises,
un collar negro en su cuello y por manos, brillantes alas…
Voló, voló hacia el etéreo espacio
donde cohabitan almas abatidas, almas mutiladas, almas clamando una caricia,
almas que cada mañana esperan alborozadas, la balada del ave con plumaje de
entrelazado dorado, y fanales de urgente brillo…El consuelo llega cuando allí
resuena la balada persistente, tenaz, enérgica, que les devuelve la conciencia
de individuo…
- Yahá…Yahá…Yahá…
miércoles, 3 de abril de 2013
NO MIRES...
Con la misma destreza
con la que hilaba sus trenzas del color de la luna menguante, que arrastraba
tras ella, enmarañadas en sus piernas, con esa maestría que los años de experiencia
la vuelven innata, así, ágilmente, batía las manos removiendo en ellas el
destino, mi destino que irremediablemente se cumpliría sin que yo pudiera hacer
nada al respecto pues ya todo estaba dicho, escrito, planificado desde los
tiempos divinos, los tiempos de Dios, siglos para mí, un hálito para Él ¿Qué
sentido tenía, dadas las circunstancias, transportar al presente esas lágrimas
que habría de verter en un futuro no muy lejano?
- Ración infinita
de líquido salobre brotarán de tus ojos por ser poseedora del signo…- Pronunció
con la voz impasible del que está preparado para vaticinar sufrimiento, amores
mancillados, traiciones, maldiciones que recaerán como sangrientas espadas
destrozando esos sueños que archivaste en un cofrecito alado esperando el
momento de lanzarlo al aire para que tus deseos te sean conferidos. Pero no, no
había ilusiones, el cofrecito protegía desvaríos de mi existencia presagiando
espejismos…
- No quiero
saberlo…
- Pues aquí
acudiste, yo no te traje, y aquí te quedas- La altanería dejaba expuesto su
ego, ella, la señora de las visiones, se nutría de angustias e ingería
expiaciones.
Me levanté de la
silla, me situé tras ella y emprendí la peliaguda tarea de deshacer sus trenzas
con la intención de distraerla, quizá
volviera a hilarlas y se olvidara de
mi y mi estremecida apariencia.
- El signo que
traes no se puede subsanar, es señal incorruptible puesto que el sol se instaló
en la manivela superior de la bóveda el día que te corporizaste para cumplir
con el hierático propósito de rectificar tu oscurantismo, justo allí, en el
espacio en el que nunca serás invisible pues
tus cualidades tendrán la fosforescencia que brille por sobre el resto
de los humanos, y siendo imperioso para ellos, los opacos, los que no tienen
nada bueno para ofrecer, hacer de tu existencia un mundo de desgracias,
fustigándote hasta conseguir tu autodestrucción.
- ¡No es cierto,
estás mintiendo! Toma tu paga y cierra la boca pues yo no te creo- Las monedas
de oro arrojadas en su rostro se unieron en una tiara que engalanaron su
extensa cabellera, ahora de un bruñido digno de un ser candoroso y que la dócil
brisa meneaba ocultando su rostro tras la espesa melena.
Alas se le
desarrollaron ante mi aturdida contemplación… Enrolló la cortina que separaba
el gabinete donde nos encontrábamos, del resto de la vivienda y una enorme
esfera de cristal apareció ante mí. No tuve tiempo de huir, ella, la pitonisa,
me tomó de un brazo y juntas penetramos en la extraña burbuja. El cielorraso se
abrió como si fuera una compuerta para darnos vía libre en un vuelo que nos
transportaría a un destino inesperado: El pasado, ingrato y penoso pasado que
no deseo recordar pero he de mirar pues ella clavó agujas en mis párpados,
impidiéndome cerrarlos. No era tanto el dolor punzante en mis membranas como
aquello que veía…
La niña pequeñita,
sentada en un rincón, lloraba, mientras sus pares hacían un círculo en torno a
ella…
- Ronda, ronda,
ronda de la tonta blonda, ronda, ronda, ronda de patitas de tero, ronda, ronda,
ronda de la mal querida- Canturreaban los perversos niños…
Avanzamos una
década y descubro a la menuda adolescente de trencitas doradas y calzas
corroídas, arrebujada en el lecho, los ojos vidriosos, suplicando a su Dios que
le manifieste el amor, pero el amor no llegaba…
- Llora, llora,
llora niña linda, llora, llora, llora que me gusta sentir tus gemidos en
sombrío encierro, llora, llora, llora mujer que divulga carencias, llora,
llora, llora con esos ojitos opacos y yermos…
Dos décadas más, el
tiempo no es tiempo, el tiempo es emisión que encandila mi visión, más cuando
la esfera se detiene, allí está ella, la hembra fecundada…
- Llora, llora,
llora mujer que da vida, llora, llora, llora mujer egoísta, llora, llora,
eternamente llora por tener aquello que menoscaba nuestra incapacidad…
A la velocidad de
la luz avanzamos veinte lustros, intento comprender ¿Quién es la anciana que con valentía afrontó los
fantasmas, traspasando con fiereza huracanes y volcanes y ahora, vencida,
espera la partida?
- Llora, llora,
llora anciana de huesos enfermos, llora, llora, llora anciana sin dueño, llora,
llora, llora, tu final se acerca y aquí estamos nosotros, rodeando tu lecho de
muerte, llora, llora, llora mientras nosotros reímos y cantamos la sacra
letanía de tu agonía, llora, llora, llora y llévate el estigma que fue tu
compañía…
martes, 2 de abril de 2013
TEMPORAL EN BUENOS AIRES- DOLOR Y TRISTEZA
No pueden imaginar el caos que es esta ciudad...Adoro las tormentas, son arrulladoras para mi pero...¡Pucha! No puedo dormir porque...¿Cómo estarán esas personas sin hogar, esas personas que duermen en la calle? Esta pregunta retumbaba en mi cabeza y yo no podía hacer nada, ni tenderles un mano a esas personas, ni detener "la tormenta" ¿Tormenta, dije? No, amigos míos, no fue una tormenta, fue un diluvio. Lo supe cuando me levanté y bajé del primer piso a la planta baja ¡La cocina, el comedor, todo estaba lleno de agua! Nunca me había tocado pero esta vez me tocó. Qué remedio...tomé un escurridor y comencé a sacar el agua hacia la calle, y en la calle estaban todos los vecinos. Ellos me contaron que no fue una tormenta, fue un diluvio. Encendí el televisor y me enteré que murieron ocho personas, veía los rostros de la gente (no zonas marginales, allí una lluvia les voltea sus casitas de chapa y cartón), gente que vive en barrios "de gente rica" El agua había subido, en sus casas, a niveles imposible de imaginar: Un metro con treinta centímetros, a esa altura llegó el agua, destruyendo todo, muebles, plasmas, paredes, álbumes de fotos como testimonio de los momentos felices...todo destruyó el diluvio. También los automóviles...el agua que corría como un río bravo, arrastraba los autos hasta, incluso, doce cuadras más allá de donde estaba estacionado; otros completamente inundados, o estrellados o encimados unos sobre otros. No tienen luz, no tienen gas, estamos en alerta porque se espera que se repita en el transcurso de la noche...¿Dónde están los funcionarios que no dan la cara? Porque, digamos que ellos no son culpables de las inclemencias del tiempo pero sí de la anegación porque no es la primera vez que ocurre, aunque no con tanta destrucción, se les pidió que tomen medidas, destapar los desagües, indemnizar a los que todo perdieron, mandar a defensa civil, la policía, los bomberos... no lo hicieron, el trabajo estuvo en manos de los vecinos, unos ayudándose a otros. Recién a eso de las siete de la tarde, habló el jefe de gobierno (recién llegadito de sus vacaciones en Brasil) pero hubiera sido mejor que no hablara pues no hay nada esperanzador en su estúpido discurso, empezando por poner las culpas en la Presidente Cristina Kitchner, siempre tiene la culpa ella, o mejor dicho, Macri siempre le echa la culpa. Así las cosas, los poderosos lavándose las manos y los pobres ciudadanos, pagando las consecuencias de sus ineptitudes. Basta con mirar las noticias y ver esos rostros de angustia, dolor, resignación. Hospitales de niños, en uno tuvieron que evacuar neonatología, hay bebés internados en terapia intensiva que corren el riesgo de morir y los muertos...DIOS mío...una serpiente picó a una señora, una serpiente en plena ciudad...varias personas que murieron de un infarto...un señor que encontraron ahogado dentro de su auto porque no pudo salir. De todos modos, yo voy a ir al hospital, pese a que mi jefa me dijo que ni se me ocurra salir de casa, pero iré, sí, porque tal vez me necesiten porque es casi seguro que habrá más víctimas...Si todo lo que puedo hacer es ayudar a asistir a los que lleguen al hospital, pues allí estaré yo...
lunes, 1 de abril de 2013
Ja ja ja Mis amigos siguen divirtiéndose conmigo...
MYRIAM Y LOS MURCIÉLAGOS (Cuento)
-¿Llegará a tiempo?-Horacio estudiaba su reloj múltiple función, mientras Leo intentaba mirar a la carretera, pero el calor producía esa oleada que difuminaba algo oscuro que se acercaba a la distancia.
-Debe ser ella.
En efecto, el Jeep Willys se detuvo levantando un chisporroteo de piedritas rojas, los dos periodistas sonreían mientras contaban 25 grados y apenas eran las ocho de la mañana.
Ella se baja, tiene un gorro de víscera, lentes negros y unos cortos mechones de cabello rubio, lleva una mochila inmensa además de un bastón metálico que tomó del costado del vehículo. Debajo de unos árboles achaparrados, descansa la camioneta Subaru de los hombres.
Les da la mano a cada uno con decisión, mientras observa su vestimenta, uno de ellos lleva... ¿Corbata?
-Lo siento, deformación profesional, en el diario estamos obligados y...-Se la quitó inmediatamente.
-Si quieres llévala, pero es probable que termines ahorcado en un monte de espinos o se te cuelguen los murciélagos cuando entremos a las cuevas.
Continuó caminando por delante, oteó el horizonte y sacó un adminículo, seguramente un GPS, del bolsillo de su camisa de franela. Llevaba un pantalón muy gastado con bolsillos a lo largo de las piernas y botas enormes que parecían dos números más grandes.
-Desde acá subimos al cerro a pie, son unos seiscientos metros, y después rodeamos la cumbre, pero todo a su tiempo, será mejor que dejen todo lo que estorbe, como esas revistas que llevas tú en la mochila.
Asomaban algunos números de “Paparazi” y “Antena” del costado de la mochila roja de Leonardo, este se las quitó y las llevó a la camioneta con actitud avergonzada.
-¿Para donde escriben?
-Semanario “Nuevo Horizonte” de Rosario- Contestó orgulloso Horacio, ella no le dijo que ni siquiera sabía que existía ese periódico.
Caminaron hasta la cumbre, a las dos horas se detuvieron a tomar agua, Leonardo, que era más fornido que Horacio, se sentó sobre una piedra con mucha mala suerte.
-Quédate quieto.
-¿Qué?- Su rostro tomó un tono rosado, o ya lo tenía por el sol.
Por un segundo, los sonidos de las montañas circundantes de detuvieron y hasta el viento permaneció callado.
En efecto, el Jeep Willys se detuvo levantando un chisporroteo de piedritas rojas, los dos periodistas sonreían mientras contaban 25 grados y apenas eran las ocho de la mañana.
Ella se baja, tiene un gorro de víscera, lentes negros y unos cortos mechones de cabello rubio, lleva una mochila inmensa además de un bastón metálico que tomó del costado del vehículo. Debajo de unos árboles achaparrados, descansa la camioneta Subaru de los hombres.
Les da la mano a cada uno con decisión, mientras observa su vestimenta, uno de ellos lleva... ¿Corbata?
-Lo siento, deformación profesional, en el diario estamos obligados y...-Se la quitó inmediatamente.
-Si quieres llévala, pero es probable que termines ahorcado en un monte de espinos o se te cuelguen los murciélagos cuando entremos a las cuevas.
Continuó caminando por delante, oteó el horizonte y sacó un adminículo, seguramente un GPS, del bolsillo de su camisa de franela. Llevaba un pantalón muy gastado con bolsillos a lo largo de las piernas y botas enormes que parecían dos números más grandes.
-Desde acá subimos al cerro a pie, son unos seiscientos metros, y después rodeamos la cumbre, pero todo a su tiempo, será mejor que dejen todo lo que estorbe, como esas revistas que llevas tú en la mochila.
Asomaban algunos números de “Paparazi” y “Antena” del costado de la mochila roja de Leonardo, este se las quitó y las llevó a la camioneta con actitud avergonzada.
-¿Para donde escriben?
-Semanario “Nuevo Horizonte” de Rosario- Contestó orgulloso Horacio, ella no le dijo que ni siquiera sabía que existía ese periódico.
Caminaron hasta la cumbre, a las dos horas se detuvieron a tomar agua, Leonardo, que era más fornido que Horacio, se sentó sobre una piedra con mucha mala suerte.
-Quédate quieto.
-¿Qué?- Su rostro tomó un tono rosado, o ya lo tenía por el sol.
Por un segundo, los sonidos de las montañas circundantes de detuvieron y hasta el viento permaneció callado.
-Es una “Falsa Coral”, no te preocupes, ya se irá- En ese momento, su cara
regordeta varió al gris mortuorio mientras petrificado trataba de mirar al
suelo.
Un momento después ella dijo:
Un momento después ella dijo:
-Vamos- y Leonardo trataba de explicarle a su
tembloroso amigo que una cosa enorme de casi un metro, se había escurrido desde
la proximidad de su pie izquierdo hasta las plantas que bordeaban el camino.
-Pero ¿Son inofensivas? ¿No?
-Mmmm...
- ¿Si me hubiera mordido estaría muerto?
-Pero ¿Son inofensivas? ¿No?
-Mmmm...
- ¿Si me hubiera mordido estaría muerto?
-Allá arriba ¿Lo ven? Allá está el cerro de los “Murciélagos Peruanos”, lo que
ustedes querían ver para su nota. Debemos llegar antes del mediodía porque ya
debe haber como treinta grados y esto se va a poner peor.
Ella retomó el sendero y luego enfiló por la escarpadura hacia la cima con inusitada agilidad, mientras Leonardo se aflojaba la campera camuflada que había comprado para la ocasión, para sorprender a su amigo. Horacio llevaba una camisa leñadora demasiado gruesa para ese clima, ambos tomaban agua demasiado seguido.
A eso de las once de la mañana, llegaron a la entrada de una enorme cueva que se introducía casi en el pico del cerro perdiéndose entre las piedras fracturadas.
-¿Murciélagos Peruanos?¿Por qué se llaman así?
Ella se encogió de hombros y sacó una linterna que iluminó unas piedras azuladas pletóricas de plantas que se sostenían a cada poro de las mismas. De tanto en tanto, unas flores amarillas con forma de corneta, adornaban la vista.
-No sé- Dijo Myriam, y se metió en la cueva dando grandes zancadas, era como si la conociera desde siempre. Horacio y Leonardo trataron de sacar algunas fotos digitales de la entrada para retrasar su incursión en la oscuridad.
-Vos primero, yo estoy muy cargado.
-¡Cagón!- Dijo Leonardo y se metió, seguido por Horacio que recordó abruptamente, a la enorme víbora que ya había crecido un metro más en su recuerdo.
Por fin vieron a los murciélagos, nada de otro mundo le parecieron a los periodistas que a eso de las seis de la tarde, sentados en su camioneta Subaru, escribían frenéticamente en sus laptops mientras Myriam encendía fuego en una zona despejada.
-¿Qué enfoque le estás dando?
- Una nota pintoresca sobre lo abrupto de los cerros, la vida salvaje de nuestra tierra y lo bueno de tener una guía con experiencia, tan atractiva además.
-¡Ajá!- Agregó Horacio.
-¿Y vos?- Preguntó seguidamente, su colega.
-Yo no puedo dejar de pensar en esa enorme víbora de tres metros que casi me ataca.
El olor a los chorizos embriagó el aire mejor que un Channel Nª5. Los periodistas dejaron sus adminículos y se agacharon en torno al fuego.
-Entonces... la víbora... ¿Era venenosa?- Dijo discretamente el más alto de los dos.
-Era una Falsa Coral, es una víbora inofensiva que tiene los mismos colores quela Coral ,
ni siquiera muerden, se asustan y escapan siempre, si hubiera sido una Coral...
Coral... tal vez estarías en problemas.
-¡Menos mal! ¡Yo sabía que no era peligrosa!- Exclamó el envalentonado periodista.
Ella permaneció unos segundos en silencio y luego agregó...
-Los que si son venenosos son los Murciélagos Peruanos.
Myriam nunca había visto rostros tan aterrados como los de esos periodistas y pensó, mientras les servía la cena, que era bueno tener algo de que reírse hasta que vuelvan a la capital y les diga la verdad.
Ella retomó el sendero y luego enfiló por la escarpadura hacia la cima con inusitada agilidad, mientras Leonardo se aflojaba la campera camuflada que había comprado para la ocasión, para sorprender a su amigo. Horacio llevaba una camisa leñadora demasiado gruesa para ese clima, ambos tomaban agua demasiado seguido.
A eso de las once de la mañana, llegaron a la entrada de una enorme cueva que se introducía casi en el pico del cerro perdiéndose entre las piedras fracturadas.
-¿Murciélagos Peruanos?¿Por qué se llaman así?
Ella se encogió de hombros y sacó una linterna que iluminó unas piedras azuladas pletóricas de plantas que se sostenían a cada poro de las mismas. De tanto en tanto, unas flores amarillas con forma de corneta, adornaban la vista.
-No sé- Dijo Myriam, y se metió en la cueva dando grandes zancadas, era como si la conociera desde siempre. Horacio y Leonardo trataron de sacar algunas fotos digitales de la entrada para retrasar su incursión en la oscuridad.
-Vos primero, yo estoy muy cargado.
-¡Cagón!- Dijo Leonardo y se metió, seguido por Horacio que recordó abruptamente, a la enorme víbora que ya había crecido un metro más en su recuerdo.
Por fin vieron a los murciélagos, nada de otro mundo le parecieron a los periodistas que a eso de las seis de la tarde, sentados en su camioneta Subaru, escribían frenéticamente en sus laptops mientras Myriam encendía fuego en una zona despejada.
-¿Qué enfoque le estás dando?
- Una nota pintoresca sobre lo abrupto de los cerros, la vida salvaje de nuestra tierra y lo bueno de tener una guía con experiencia, tan atractiva además.
-¡Ajá!- Agregó Horacio.
-¿Y vos?- Preguntó seguidamente, su colega.
-Yo no puedo dejar de pensar en esa enorme víbora de tres metros que casi me ataca.
El olor a los chorizos embriagó el aire mejor que un Channel Nª5. Los periodistas dejaron sus adminículos y se agacharon en torno al fuego.
-Entonces... la víbora... ¿Era venenosa?- Dijo discretamente el más alto de los dos.
-Era una Falsa Coral, es una víbora inofensiva que tiene los mismos colores que
-¡Menos mal! ¡Yo sabía que no era peligrosa!- Exclamó el envalentonado periodista.
Ella permaneció unos segundos en silencio y luego agregó...
-Los que si son venenosos son los Murciélagos Peruanos.
Myriam nunca había visto rostros tan aterrados como los de esos periodistas y pensó, mientras les servía la cena, que era bueno tener algo de que reírse hasta que vuelvan a la capital y les diga la verdad.
Autor: Darío Valle Risotto (Escritor uruguayo)
(Cuento inspirado en algo que me contó Myriam y a ella está dedicado, también al hermoso campo Argentino)
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