Fotomontaje: Oswaldo Mejía
AUTORES: MYRIAM JARA & OSWALDO MEJÍA
*¡OH,
mi buena nodriza Fátima! No preguntes el motivo de mis suspiros pues sería
arduo de explicar sin sentir la maldición de mi padre recayendo sobre mí o peor
aún, que Alá me condene por pecado no cometido más que en mi propio deseo.
Enjuga las lágrimas que brotan de mi alma acongojada, arrúllame como cuando
niña, envuélveme en tus brazos y siente el calor que emana de mi piel ¿Escuchas
mi corazón latiendo en vertiginosa trotada?
-Siempre
serás mi niña… Pero dime ¿Qué motiva tu llanto?
*No,
no me preguntes, sólo cántame una nana hasta que mis ojos se cierren y mi
espíritu deambule en el universo de
Morfeo; haz que retorne a mi infancia no tan lejana cuando pura mi alma,
correteaba por los jardines del Palacio bajo tu atenta mirada.
-Mis
oídos siempre consagré a tus secretos, no será
esta la excepción…
*Lo
sé, lo sé, Fátima. Nada debería ocultarte a ti, dama que ocupaste el lugar de
mi madre, la reina Zoraida, tan bella y tan joven cuando al paraíso partió
dejándome huérfana y desamparada, privada del alimento que sus senos elaboraban
para mi sustento y que con ella se fue.
-¿Qué
hice mal, para que tu alegría se esfumara? ¡Dímelo!
*No
estoy reprochándote nada, bien sé que me deleité con el jugo de tus senos que
con amor me ofrecías y que mi pequeña mi
boca, succionaba hambrienta. Sí, no soy ingrata para olvidar que tú me criaste despojando a tu hijo, el
palafrenero Jalil, de aquello que le
correspondía. Abundancia había en tus pechos maternos, suficiente para
alimentarnos a los dos pero no lo permitió mi padre, el Califa. No consintió
que los labios de una princesa se impurificaran sorbiendo allí, donde también
lo haría un vasallo.
-Te
ves muy mal…. Tienes fiebre, arde tu cuerpecillo. Déjame aliviar este fuego
maligno que te consume…
*No
es calentura lo que tengo, si bien es cierto que ardo y roja estoy mas no es
dolencia de cuerpo, Fátima, es calor de pasión. Está bien, haré lo que tú
digas, no estoy en condiciones de decidir, no hoy, sólo obedecer tus cometidos.
Llena la tina con agua perfumada de pétalos de rosas, friégame la espalda, las
piernas, los brazos, quita el ardor que mis carnes ya no toleran, hazlo aun
sabiendo que no conseguirás arrancarlo
de mi alma puesto que de ella mana este fuego producto del amor.
-¿Y
quién es aquel que ha encendido esas brasas que en tu noble corazón arden, mi
niña?
*¡Ay,
Fátima, cómo podría revelarte su nombre!
Me preguntas quién es y no puedo decírtelo sin que te domine el desasosiego ya
que te convertirías en mi encubridora y si mi padre se enterara, toda su cólera
caería sobre ti, nos apartaría, te arrojaría del Palacio, a ti y a mi venerado
Jalil.
-¿Pero
qué es lo que pronuncian tus labios? ¡No es eso lo que has dicho!
*¡Por
Ala, no fue mi propósito manifestarlo! Obstruye tus oídos ya que no logré
sellar mis labios. Olvida lo dicho, no llores mi inerme nodriza, me
apesadumbran tus lágrimas, me entristece tu sufrimiento, origen de mi desahogo.
-¡Esto
no es amor! ¡Es locura, Benazir, ni siquiera oses concebirlo como tal!
*¿Dices
que no es amor? ¿Piensas que es sólo desvarío?
Sé que no lo es, Fátima. Entiende, he despertado al amor. Segura lo
estoy puesto que mis mejillas se ruborizan cuando su mirada intuye la mía,
puedo percibirlo aunque incline la cabeza en sumisa reverencia cuando al
cobertizo me allego para montar el blanco rocín que con tanto celo atiende
¡Cuán bello es mi Jalil! Se estremece mi ser ante su sudada piel canela que entreveo debajo de su
camisa blanca dejando de manifiesto sus formas varoniles, musculatura que
enardece mi naturaleza. Aunque el recelo te impele a negarlo, no ignoras mi
emoción ¿No probaste, tú, las mieles del dulce goce de la unión de dos cuerpos
enlazados?
-¿Te
entregaste a Jalil? ¡Por Alá! ¿Cómo pudieron hacer tamaño desacato? ¿Sabes lo
que les espera? …A ti el destierro y a
Jalil la muerte… ¡Noooooooo!
*¡OH,
no, él jamás ha tocado ni un mechón de mis cabellos! No te inquietes, es
mancebo juicioso. Me venera, mi cariño es correspondido, empero, es secreto
atesorado.
-Y
entonces… ¿Qué dices, mi pequeña Benazir? Dime ¿Cómo sabes que es amor lo que
sientes?
*¿Qué
cómo puedo estar fehacientemente convencida si ni palabra hemos cruzado? Son
sus manos temblorosas, cuando ubica la montura, la señal que prueba que él, del mismo modo, me pretende.
-Estas delirando por la fiebre, mi niña. Eres una
princesa y mi Jalil… tan sólo un palafrenero. Has perdido la razón ¡Deberías
sentir vergüenza de lo que tus labios pronuncian!
*¡Ya
no hables de compostura ni de castas sociales, no son vocablos que el amor
reconozca! No me llames desvergonzada
pues nada he hecho para merecerlo. Conservo ileso mi himen, la castidad
incorrupta y con ella he de morir si el Califa Zulficar me obliga a contraer
nupcias con Al-Zugabi, heredero del rey Muley Hacén, infante necio y estúpido.
Que se postre mi padre ante la dinastía Nazarí pues no he de ser yo quien lo
haga ¡Prefiero carbonizarme en el infierno antes que menoscabarme en sus brazos!
-¡Cállate!
No quiero seguir escuchando más esta
locura tuya…
*¡No
me hagas callar, Fátima! No olvides tu condición de sirvienta ya que tanto
alardeas sobre linajes y esas sandeces.
-Pero…
Benazir ¡Por Alá! Mi niña…Te lo ruego. Olvida lo que me has dicho y yo olvidaré
lo escuchado.
*¡Basta,
ya no quiero escucharte! Óyeme tú. Nadie ni nada impedirá que grite que lo
adoro ni que el viento lleve mi lamento hasta su lecho de heno para transportarlo
hasta mí. Haz lo que te plazca, guarda el secreto o díselo al Califa, ya nada
me interesa… Empero, antes presta atención pues de tu disposición pende el
destino de tu vástago: Voy a ser suya, nadie podrá disuadirme, mi corazón lo
dice, el día se aproxima. No cierres los doseles. ¡Quita tus manos de mis brazos! Ten piedad de mi… déjame gritar o
sucumbiré de agitación.
-¡Benazir,
te lo suplico, apártate del mirador! ¡BENAZIIIIIR!
*¡AMO
A JALIL, EL CABALLERIZOOOOOOOOOOOOOOO MORENOOOOOOO!
"LÁGRIMAS EN LA TACITA DE TE"
ILUSTRACIÓN DE OSWALDO MEJÍA